Bodega centenaria también conocida como ‘bodega Antoñín’ por el nombre de su primer propietario, Antoñín Fernández. Perteneció hasta 2017 a una saga familiar que durante años pisó y elaboró allí su propio mosto. Desde 2017 regenta el establecimiento Ildefonso Chacatergui y su hijo, del mismo nombre, que han mantenido el estilo de bodega de mosto del establecimiento. (Aquí la historia del sitio contada con más detalle).
En su estética el establecimiento mantiene la esencia de la antigua bodega: toneles cubriendo paredes, mesas, sillas de enea, vigas de madera en el techo y un pozo en el centro del salón. El espacio tiene unos 400 metros y tiene tres salones, además de una pequeña barra y una terraza con encanto a la entrada. La oferta gastronómica es de las perfectas para inr en familia ya que hay platos para todos los gustos, desde arroces o algo de guisos marineros hasta frituras, una carta de croquetas, revueltos y una sorprendente variedad en platos de verduras muy bien ejecutados con propuestas originales como un revuelto de lechuga, un milhojas o unos boniatos fritos. Aunque es un sitio más bien para comer, también tienen tapas y las sirven en todo el espacio. Postres de elaboración propia. En la oferta de vinos, además del mosto, vinos de Villanueva del Ariscal o manzanilla de Sanlúcar de Barrameda. Admiten reservas.
Precio: Entre 20 y 30 euros por persona.
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