Miércoles Santo en Sevilla. La hermandad de San Bernardo está a punto de enfilar la calle Santa María la Blanca, y unos valientes deciden que ha llegado el día. ¿Por qué no? Después de meses de rehabilitación, muchas reuniones y aún con la pintura fresca, abre sus puertas Aníbal.

 

No es fácil explicar qué es Aníbal sin haberlo vivido. No es un bar de tapas ni un restaurante al uso. No es nada de lo que acostumbramos a ver por aquí. Es una idea, el sueño de tres cabezas pensantes que han aportado una frescura que la ciudad demandaba a gritos. Y eso que aquí dentro, por suerte, no grita nadie, que para eso se ha esmerado el estudio del arquitecto Honorio Aguilar -uno de los tres socios-, logrando una asombrosa decoración digna de revista y un aislamiento acústico de agradecer.

Ostras con sorbete de mandarina de Burguillos. Foto: Cosas de Comé

Ostras con sorbete de mandarina de Burguillos. Foto: Cosas de Comé

Uno se planta en la puerta de Aníbal y, solo con ver el edificio, sabe que ha acertado. Primera estación: la zona informal. El bar. Un espacio pensado para el aperitivo, para tomar una copa de champán o para hacer tiempo mientras llega el momento de sentarse en el restaurante. Carta de tapas, donde encontramos desde ostras hasta salazones de Herpac, y carta de vinos generosos, que aquí cuidan y miman como se merecen.

Zona de mesas altas. Foto: Cosas de Comé

Zona de mesas altas. Foto: Cosas de Comé

Tras pasar la cortina empiezan a aparecer los diferentes espacios. Mesas bajas que se alternan con mesas altas, en salones y reservados tematizados con los nombres de los cinco continentes. Nos sentamos con nuestro anfitrión, Rafael Toribio, otro de los socios -nos queda por conocer a Estanislao Martínez, el tercero en discordia- y la cara visible del día a día de Aníbal. Y empieza el espectáculo…

El pan viene cada mañana desde Burguillos. Lo elabora Dulce, la panadera de confianza de la casa, y se nota. Sabe a pan pan. De Burguillos vienen también las mandarinas del sorbete que acompaña a las ostras, que hubieran cautivado al mismísimo Aníbal González. Por cierto, el nombre de esta casa es una mezcla de conceptos, no crean que se debe solo al famoso arquitecto sevillano…

Salmorejo de centolla. Foto: Cosas de Comé

Salmorejo de centolla. Foto: Cosas de Comé

El desfile de platos sigue con cosas tan originales como el salmorejo de centolla y tan refrescantes como el ceviche criollo, para pasar a uno de los descubrimientos: la croqueta en tempura. ¿Cómo se puede explicar una croqueta en tempura? No sabemos, pero recuerdan a las archifamosas de Casa Ricardo, que no es cualquier cosa.

Ceviche criollo de corvina. Foto: Cosas de Comé

Ceviche criollo de corvina. Foto: Cosas de Comé

Ya metidos en faena toca conocer los grandes éxitos de Manuel Mediavilla, el chef, que después de haber trabajado en Inglaterra y Estados Unidos se ha asentado en Sevilla. Desde la cocina de Aníbal maneja un producto de primera que convierte en auténticas obras de arte, como pasa con el morrillo de atún rojo de Barbate, también de Herpac, y el costillar a baja temperatura, que pasa 48 horas haciéndose antes de llegar a la mesa. Como maridaje, El Triángulo, un vinazo de la Tierra de Cádiz de la bodega Luis Pérez, hecho con tintilla de Rota.

Costillar ibérico glaseado. Foto: Cosas de Comé

Costillar ibérico glaseado. Foto: Cosas de Comé

Para cerrar es imposible no recomendar la tabla de quesos, que Marcos, sumiller que ha pasado 8 años en otro grande de la ciudad, La Azotea, marida con tres generosos distintos: manzanilla pasada, palo cortado y oloroso, todo de los jerezanos de Lustau. Un final inmejorable para un sitio incomparable.

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Tabla de quesos andaluces. Foto cedida por el establecimiento

Tabla de quesos andaluces. Foto cedida por el establecimiento

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