Nacida como un pequeño despacho de churros y patatas, la empresa de la familia Vizcaíno López de Tocina-Los Rosales cumple 50 años manteniendo intacto su emblema gastronómico a la vez que se diversifica con la elaboración de picos y aperitivos.

 

Han sabido preservar a lo largo de los años el sabor de la tradición. El auténtico, el de siempre. El de esas primeras patatas fritas que en 1971 Francisco Vizcaíno y Alfonsa López empezaron a preparar en su despacho de churros de la avenida José Ginés de Tocina-Los Rosales. El mismo que, a día de hoy y medio siglo después, impregna cada uno de los paquetes de unas patatas que siguen siendo su producto estrella y que se comercializan por gran parte de España, especialmente en Andalucía y Extremadura. Patatas Los Rosales cumple 50 años de vida con la segunda generación familiar también implicada en la empresa: Sara, David y Fátima Vizcaíno López participan actualmente en su gestión, siempre bajo la atenta supervisión y dirección de su padre, Juan. “Fue un valiente en su tiempo y a él le debemos celebrar este aniversario. Sus ganas por tener un negocio propio y su trabajo incansable nos han llevado hasta aquí», declara Fátima Vizcaíno, benjamina de la familia Vizcaíno López y actual adjunta de dirección de Patatas Los Rosales.

Las patatas fritas de los Rosales se fríen siguiendo la receta tradicional. Foto cedida por la empresa

Las patatas fritas de los Rosales se fríen siguiendo la receta tradicional. Foto cedida por la empresa

En una infinidad de ocasiones ha oído Fátima de boca de sus padres como su progenitor viajaba en sus inicios «en una bicicletilla» hasta las localidades próximas a Tocina-Los Rosales para dar a conocer esas patatas primigenias. «A la gente le encantaban. Las preparaban con la receta clásica de toda la vida y las repartían en bolsas y cartuchos». Pronto, tal y como explica Fátima Vizcaíno, se hicieron conocidas en la zona y demandadas en ferias y eventos. En pocos años, el despacho de churros y patatas se quedó pequeño para el matrimonio Vizcaíno López que se trasladó a finales de los 70 a una nave de unos 1000 metros cuadrados con una mayor freidora. «Por suerte, el volumen de trabajo no ha dejado de crecer con el tiempo, así que a mediados de los 90 nos mudamos a nuestras instalaciones actuales, de 5000 metros cuadrados y con maquinaria más actualizada y específica. A día de hoy la empresa está compuesta por 30 trabajadores», revela la directora adjunta.

En los años 90, Patatas Los Rosales se mudaron a sus actuales instalaciones. Foto cedida por la empresa

En los años 90, Patatas Los Rosales se mudaron a sus actuales instalaciones. Foto cedida por la empresa

De forma paralela al aumento de la producción de Patatas Los Rosales, la mente inquieta de Francisco Vizcaíno no dejaba de crear. «Mi padre nos dice constantemente que siempre hay que estar mejorando, que siempre quedan cosas por hacer», explica Fátima Vizcaíno. Bajo esta filosofía, el empresario rosaleño introdujo en su día no solo nuevas variedades de patatas como las onduladas, en tiritas o al jamón, sino también aperitivos como ruedas de patata, cortezas o estrellitas. No fue hasta los años noventa cuando la familia Vizcaíno López dio un nuevo paso hacia la diversificación con su género de panadería con distintos formatos de picos, roscos y regañás artesanas. «Aún así, ninguno de ellos gana en popularidad a nuestras patatas. Es el producto por el que más nos conocen y del que producimos unos 500 kilos cada hora», confiesa la benjamina de los Vizcaíno que explica que, pese a que la mayor parte de los clientes de Los Rosales se concentran en la zona sur de España también exportan a varios países de Europa.

 

Un mercado que pretende afianzar y expandir con el lanzamiento, coincidiendo con este cincuenta aniversario, de su propia tienda online en la que vender sus productos. Además, Vizcaíno desvela que en 2021 Los Rosales se encuentran preparando tres nuevos sabores de patatas que añadirán a una línea en la que también se encuentran las campesinas, de york-queso o huevo. Asimismo, trabajan en la obtención de la certificación alimentaria IFS «que garantiza que los procesos de fabricación y los productos cumplen con una serie de exigencias de calidad».

 

 

 

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