En ocasiones, las mejores creaciones nacen del azar o la casualidad. La que hizo que un buen día Rafael Pérez, propietario de Pizzaiolo en Pedrera, decidiera experimentar con la salsa casera de vino Oporto que utilizaban en algunas carnes y pastas de su restaurante pero añadiéndola a una pizza. Así, casi de manera espontánea, dio vida a la primera elaboración a la que bautizó con el nombre de la famosa ciudad portuguesa.

Junto a la base de vino que reposa sobre la masa, la pizza Oporto de Pizzaiolo se compone de generosos trozos de pollo a la plancha, champiñones y cebolla cocida elaborada en el mismo restaurante. La masa, como todas las del establecimiento, está en su punto justo de grosor. No es demasiado fina ni tampoco excesivamente gruesa. Eso sí, sus bordes son particularmente esponjosos.

La pizza, elaborada en el horno de leña, tiene un sabor suave pero muy compensado. De esos que enganchan tanto al paladar que, como se dice popularmente, «se comen hasta sin ganas». Si existieran pizzas rebañables, ésta sería una de ellas.