En verdad son unos chocos fritos de una manera muy original. El cocinero José Manuel Leiroz de La Chalá, un establecimiento de comida divertida y de fusión situado cerca del Museo de Bellas Artes de Sevilla, pica unos chocos de trasmallo muy pequeños y los amalgama formando albóndigas. La masa la frien sin añadirle ni harina, sino directamente la ponen en la freidora con aceite muy fuerte. Se crea así una capa crujiente sobre los chocos, pero el interior de la albóndiga queda bastante jugoso. La tapa es un homenaje al producto ya que sabe a choco, ni perejil, ni ajito, ni nada de nada. Para acompañar le ponen dos salsas que colaboran pero no tapan el sabor, primero una crema de tinta de los chocos con un toque de miel y por encima un alioli bastante suave. Ambas salsas obligan a emplearse con profesionalidad al magnífico pan de Utrera que ponen como acompañamiento. La tapa lleva 6 meses en la carta y debido al éxito de crítica y público, señala el gerente del establecimiento, Ramón Benitez, seguirá en la nueva carta en la que están ya trabajando. El plato con 6 albóndigas sale a 8,50 euros.
El descubrimiento pertenece a la ciencia de:
Albóndiguismo: La ciencia más redonda de la tapatología y que estudia las albóndigas, independientemente de la materia que las integren. Por su composición achocada la tapa también puede estudiarse bajo el prisma (que palabra más pija me ha salido) de la cefalodosia de chupona, la ciencia tapatológica que estudia los cefalópodos como chocos, calamares, puntillitas.