Versión singular del puchero con toques ajaponesados pero no quitan en nada la esencia de un buen caldo, en este caso enriquecido con algunas aportaciones del cocinero Sergio Guallanone. En la carta llama la atención el enunciado pero el plato no es el típico ramen, el puchero versionado por los japoneses, sino un puchero de aquí. El plato llega a la mesa con unas «goizas», la versión japonesa de nuestras empanadillas. Están rellenas con una pringá del puchero en la que no faltan chorizo, tocino, carne de tocino y ternera). La carne se pica y se rellena con ellas las empanadillas. Las obleas de pasta rellenas están para comerse 32. Además en el plato hay tropezones de garbanzos que se han frito con toques de cocina india. Cuando el plato llega a la mesa te ponen por encima un caldo del puchero que cubre todo el conjunto. El caldo recuerda a los antiguos consomés de los restaurantes, muy bien colados y también con sabor sabrosito, fruto de los huesos de jamón que le han puesto para que aquello tenga sustancia. Un último toque final es la hierbabuena, los taquitos de huevo duro y unas patatas violetas que se han cocido en el caldo. Se alcanza la felicidad pucheril. El plato sale a 9,50 euros (precio a enero de 2022) y lo suelen tener como fuera de carta cuando hace temperatura de puchero, en invierno.
El descubrimiento pertenece a la ciencia de:
Sopinimia trapezoidal: La soponimia es la ciencia que estudia las sopas y pucheros. Se admiten hasta con estrellitas. Se adjetiva como trapezoidal en alusión a los tropezones que suelen llevar este tipo de platos.