La cosa empieza ya muy bien con el pan, una especia de versión libre del mollete elaborada por la panadería El Grande de Ginés. La miga se empapa de una salsa bendecida por los dioses y que lleva un poquito de cebolla, ajo y su mijita de vino blanco. Ahí, en esta composición ha estado «jirviendo» durante dos o tres horas la cabeza de lomo con la que la cocinera Inmaculada Merino elabora la carne mechá de la casa. La fórmula se la enseñó su madre, Concepción Naranjo y la fama de la pieza hace que incluso vayan clientes al bar que se las llevan enteras.
Pero en lo que es el desayuno la cortan finita. De eso se encarga el marido de Inmaculada, Juan Antonio Cabrera, que es el que regenta el bar. Pone la carne, su buen chorreón de salsa y el pan tostaíto. Como detalle sibarita te corta la pieza por la mitad para que comerla sea más cómodo. Atención también a la zurrapa colorá con tropezones de hígado de cochino que está también para comerse dos o tres molletes.
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