Aunque tiene unas pocas mesas en terraza, su decoración continúa igual en el interior. Mismos carteles, mismas fotos enmarcadas, la puerta con celosía de la cocina, y el mismo mostrador. Y ¡oh! Sorpresa, el camarero está pendiente de ti en cuanto entras.
Las cervezas llegaron pronto (perfectamente “tiradas”), y era cuestión de ver la carta (tapas y raciones). Decidimos pedir el adobo, en este caso de boquerones, además de la ensaladilla, la pavía de bacalao y la tortilla de patatas. Todo ello de pie en mesas altas.
Pero la rapidez, la celeridad y la aplicación del servicio nos conquistaron. Antes de un minuto del encargo ya estaba todo pendiente de recoger en el mostrador. Tapas servidas en los platitos llamados “conchas”, con sus piquitos pinchados. Fue el deseo del tapeo ligero de una pareja que quiere cenar poco, pero que no renuncia al disfrute de un bar atento y eficaz, con productos de verdad.
Vuelta al modelo tradicional en la hostelería. Cuando se encuentra uno con este modo de servir y de atender, lo normal es sentir admiración por un modo de trabajar, en el que el cliente no puede tener ninguna queja.
La tapatóloga realiza una crónica más amplia de su visita en su blog Come en Casa. Pinchar aquí para verla.
La tapatóloga acompaña su informe con la foto de arriba.