El establecimiento preserva el alma de las tabernas aljarafeñas consagradas al mosto.
Alejado de cualquier moda pasajera y de la obsesión por lo vintage, La Taberna de El Mellizo sigue manteniendo de forma natural ese espíritu auténtico de las viejas tabernas de El Aljarafe, aquellas que se fundaron hace ya varias décadas para servir el mosto de sus tierras albarizas.
Solo con echar una ojeada al local, con sus vigas de madera y su suelo de albero, el visitante percibe al instante que aquello no es un pastiche. Es un Taberna de las de verdad, de las de las cuentas marcadas con tiza en la barra y su mosto de cosecha propia.
La misma estructura del local y su decoración basada en motivos vitivinícolas invitan a sus incondicionales a trasladarse a otra época, cuando los trabajadores del campo paraban en El Melli para tomarse una (o varias) copita de mosto de Villanueva.
Ambiente familiar
Y es que la familia Castillo hace todo lo posible para que sus clientes se sientan como en casa. Podemos afirmar con rotundidad que todo aquel que ha tenido el placer de visitar esta ya casi legendaria taberna, ha sido recibido por el Melli con un apretón de manos y una incesante sonrisa. Es un misterio indescifrable saber cómo este amable, simpático y siempre alegre tabernero es capaz de retener el nombre de todos y cada uno de sus clientes, que son muchos y de variada procedencia.
Su propuesta gastronómica se basa en guisos caseros y pescaíto frito. La carrillá y el atún encebollao son de obligada degustación, antes, por supuesto, precedidos de un tomate aliñao del terreno. Para aquellos que prefieren el pescado, su adobo es una delicia, que puede acompañarse por sus singulares calamares del campo.
Antes de irte
Además de la autenticidad del local, del viejo lagar y los bocoyes y de las bondades de su variada cocina, a El Melli se le conoce por su buchito. Antes de pedir la cuenta, su propietario no deja que nadie se vaya sin tomarse “el penúltimo buchito”. Conocido como «posturita”, se trata de una riquísima mezcla de mosto, vino dulce y ron o whisky que, sin duda, ayuda a que la sobremesa sea más llevadera. Por su puesto, corre a cuenta de la casa.
Pisa de la uva
Otra de las singularidades de esta emblemática taberna es la “pisá de la uva”, que cada mes de septiembre realizan abierto al público en el viejo lagar que preside el salón principal. Una tradición que la familia Castillo guarda con mimo, rememorando aquellas décadas doradas en las que más del 80% de la población de Villanueva del Ariscal vivía de sus mostos y sus vinos.