Este establecimiento de Salteras no solo destaca por su amplia oferta gastronómica, que va más allá de las típicas carnes a la brasa de la zona. Además, cuenta en su interior con más de un millar de objetos antiguos, desde cámaras de fotos a libros y herramientas del campo, a modo de fascinante exposición.
Poco tiempo después de fundar el restaurante La Resolana en Salteras, allá por 1993, los hermanos Reyes Villadiego se enfrentaron a dos grandes decisiones. La primera de ellas versaba sobre su oferta gastronómica. En ese sentido, Juan María, Eulogio, Francisco José y José Luis lo tuvieron claro desde el principio. No querían centrarse tan solo en las típicas carnes a la brasa que hacían furor en el Aljarafe desde los años 90, sino diversificarse con guisos, pescados, ensaladas o postres caseros. Y así lo consensuaron.
La siguiente decisión tenía que ver con la estética de aquella bodega del siglo XVIII que su padre, Eulogio Reyes González, les cedió para convertirla en restaurante: ¿Cómo decorar sus casi 800 metros cuadrados de manera acogedora y familiar? “La solución fue acudir a unos tíos mayores que nos cedieron muchísimas antigüedades que tenían en casa. Mi hermano Francisco José, que es imaginero y tiene mucho gusto, trajo unas vitrinas desde Lucena y empezó a montarlas con esos primeros objetos”, relata José Luis Reyes, el menor de los hermanos propietarios de la Resolana.
Este fue el punto de partida de lo que se ha convertido en un fascinante museo de artículos antiguos que inundan el restaurante saltereño. Más de un millar de piezas variopintas componen esta exposición improvisada que no ha hecho más que crecer paulatinamente. Teléfonos, cámaras de fotos, libros, discos, recortes, máquinas de escribir, herramientas del campo, vajillas… Todos perfectamente dispuestos en sus correspondientes vitrinas o sobre ellas “Muchos son regalos de amigos o clientes que nos han ayudado a ampliar la colección”, comenta José Luis.
Con los años, La Resolana ha habilitado nuevos salones y rincones donde continuar con esta singular actividad museística. Espacios dedicados a la Virgen de la Oliva, patrona de Salteras, a la restauración de azulejos, a fotos familiares e incluso al pasado como banderillero del padre de los hermanos Reyes Villadiego o a los cuadros del propio Francisco José Reyes. “Tenemos hasta una fotocopia de un boceto de Picasso que el pintor le hizo a un conocido nuestro en una servilleta”, puntualiza el copropietario quien resalta que “comer en nuestro establecimiento es toda una experiencia porque cada uno de sus rincones está cargado de Historia e historias”
Y es que resulta innegable que todo ello convierte a la Resolana un restaurante con encanto. Aunque no solo lo es en el ámbito estético o decorativo. También en lo que a su oferta culinaria, servicio e instalaciones se refiere. Porque, paralelamente a su crecimiento ‘museístico’, el establecimiento de los hermanos Reyes Villadiego ha evolucionado en muchos otros aspectos. Y siempre bajo el cuidado desmedido con el que los hermanos Reyes Villadiego miman todos los detalles. Con ellos nada es improvisado. Ni queda sujeto al azar. A nivel gastronómico, mantienen su esencia de ‘pioneros’ en la introducción de elaboraciones alejadas de las típicas brasas saltereñas de vacuno o ibéricos “ aunque también los tenemos y riquísimos. Pero dimos un salto cualitativo y cuantitativo”.
Con Juan María Reyes capitaneando los fogones desde hace casi 30 años, mucho ha cambiado la carta desde los primeras comuniones o bautizos que ofrecían en las instalaciones de la Resolana. “Cuando comenzamos introdujimos también el pescado frito, que no se veía por la zona, y los dulces artesanos que continúan a día de hoy y que prepara el maestro pastelero José Villadiego”. Actualmente, con una carta de casi sesenta platos diferentes, La Resolana consolida sus arroces de pato y foie o con cola de toro, ensaladas, bacalao preparado de cuatro formas distintas y carnes maduradas. “Estas últimas siempre acompañadas de papas arrugás, que en eso somos tradicionales. Hacemos cien kilos cada fin de semana. Y las servimos con mojo”.
En la esmerada atención al cliente recae otro de los principales atractivos de este particular museo-restaurante de Salteras. “Queremos que a aquel que nos visita le envuelva nuestro ambiente y sabores, recomendarles y estar a su disposición en lo que necesite”, aclara. Una máxima que ponen en práctica desde sus inicios y que se ha convertido en una de las señas de identidad de la casa.
Por último, no olvidan los hermanos Reyes Villadiego mantener las instalaciones de La Resolana en constante actualización. No solo sus vitrinas y salas de objetos antiguos. A lo largo de sus casi treinta años de vida, han acometido numerosas reformas para convertir la que fuera una bodega que hacía las veces de salón de celebraciones en un restaurante con clase. La de más envergadura tuvo lugar en el año 2000 y con ello redistribuyó el espacio, mejoró la cocina y cambió el suelo. Pero, según relata el menor de los Reyes Villadiego, la inquietud de los propietarios por continuar con estas mejoras no cesa. El último proyecto finalizado, la construcción de un parking privado justo en frente del restaurante. «No podemos evitarlo. Creemos en lo que hacemos y nos volcamos al máximo en satisfacer a nuestra clientela en todos lo sentimos. Y pensamos seguir haciéndolo».
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