Ya huele a adobo en el arrabal. La familia Blanco ha abierto sucursal en el corazón de Triana, y lo ha hecho trayendo consigo los famosos boquerones, las pavías hechas a mano y esa cercanía y profesionalidad que les caracteriza desde hace más de 90 años
Era cuestión de tiempo. Si hay un barrio en Sevilla que debía tener un Blanco Cerrillo, era este. José Blanco, tercera generación, lo tenía como asignatura pendiente incluso antes de abrir el bar de Gines, allá por 2015. ¿Qué ha hecho que tarde tanto en llegar Triana? Pues que, sencillamente, estaban esperando a que se quedase libre un local en la plaza Peñaflor, la debilidad de José.
Pero la historia de esta familia arranca en 1926, cuando José Blanco Cerrillo, el patriarca, llega a Sevilla desde Manzanilla, en la provincia de Huelva, zona de la que procedían también otras sagas hosteleras emblemáticas, como las de los restaurantes Casa Robles, El Cairo, La Flor de Mi Viña o el añorado Pepe Peregil. A base de esfuerzo, dedicación y mucha vocación de servicio consiguen, primero, hacerse un nombre en la ciudad, y después, que toda esta ciudad los acoja como parte de su patrimonio. A ellos, y a los boquerones en adobo, de los que se podría escribir un libro.
Daniel Blanco es la cuarta generación, y de momento, el único representante de la nueva hornada que ha seguido los pasos de la familia. Tras curtirse en el centro y, especialmente, en Gines, se pone al frente del nuevo local con toda la responsabilidad que ello supone. Eso sí, con el jefe, su padre, atento a todo lo que allí pasa. Su obsesión: lograr mantener un listón que ya de por sí está altísimo. Pero no le da ningún miedo. Es duro, y sacrificado, pero también es satisfactorio.
Entrando en materia gastronómica, Blanco Cerrillo Triana destaca por dos cosas: la primera, por mantener la misma carta que el archiconocido local de José de Velilla; la segunda, por incorporar una selección de montaditos caseros. Caseros de verdad, nos aseguran, porque aquí hacen desde la pringá hasta la carne mechada con la que los rellenan.
Y la gran pregunta: ¿cuál es el secreto del adobo de Blanco Cerrillo? No hay secreto. El adobo se prepara aquí, y los boquerones son los mismos desde hace cuarenta años, los que suministra Rafael Morillo, que tiene su pescadería en el Mercado de San Gonzalo. Aquí, en Triana, la tapa se cotiza a 1´9 euros, la media a 6 y la entera a 10. Solo en el local del centro se despachan anualmente más de diez mil kilos…
Pero el éxito no solo viene de sus boquerones. Las ensaladillas, en plural, son de campeonato. Tanto la ensaladilla rusa que prepara Ascensión Trujillo, 86 años, madre de José, y que lleva bordando medio siglo; como la ensaladilla de gambas, que prepara María José Bermejo, su mujer. Junto a las ensaladillas, otras delicias como las croquetas, la tortilla o los calamares. Pura felicidad. Aunque para felices, felices, los afortunados vecinos de la plaza Peñaflor. Tienen motivos para estarlo.
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