La bodeguita El Galgo de Lebrija funciona de una forma singular de autoservicio. Los clientes son llamados por un micrófono para recoger sus tapas a través de una ventana situada junto a la barra por donde se despacha ajo lebrijano, pescaito frito y papada ibérica sobre telera
El Galgo llama la atención desde el primer momento, cuando cruzas la puerta y te encuentras con un salón en animación constante donde conviven los más mayores de pueblo, que van a la tertulia, con el público joven atraido por las «bes» de bueno y barato. A la derecha, sostenidos por unas cuerdas, cuelga una de las estrellas de la casa, unos buenos trozos de papada ibérica curada que sirven simplemete cortada a finísimas lonchitas sobre el venerable pan de telera de la panadería La Cañada de Lebrija, que es como si fuera ibérico de bellota, pero en panaero.
La barra chapada en madera separa a «los galgos» de la clientela. Tras ella reina Juan Antonio López Sánchez. Está a punto de cumplir los 64 años. Va de negro, con un polo con el logotipo de la casa, que a las tabernas también ha llegado el marketing. Juan Antonio hace honor a su apodo «el galgo» y se mueve rápido sirviendo vasos de mosto, marchando cañas de Estrella Galicia, cortando un poquito de chacina y todavía tiene tiempo de gastar bromas a la concurrencia. El Galgo, que recibió de herencia el apodo de su padre «porque corría mucho», es hijo de Manuel López Romero y de Dolores Sánchez García, que también tenía apodo, la de «La Bomba» como se conocía a su familia.
Ellos fueron los que lo empezaron todo y ya van por la tercera generación porque a Juan Antonio le acompañan ya en el negocio sus hijas Rocío (35 años), Angela (28) y Ana (24). La cosa requiere muchas manos especialmente los fines de semana cuando El Galgo se llena de gente buscando vinito, guisoteo y pescado de Sanlúcar de Barrameda frito.
El reinado de Juan Antonio y sus hijas está delimitado por tres barriles incrustados en la pared. Cada uno lleva un llamativo dibujo como presentación. Uno contiene el mosto del año, que aparece sobre el mes de octubre, el del centro contiene vino fino y el tercero manzanilla de Sanlúcar, porque la reina de «la rubia en rama» está a poco más de media hora de viaje.
Los letreros anuncian las virtudes de la casa. Hay mosto, fino, oloroso y cream, todo de uva Palomino venidas de El Cuervo y de la campiña de Jerez. Juan Antonio envejece sus propios vinos con el sistema de criaderas y soleras. También hay Pedro Ximénez. Pero también se vende miel de monte y garbanzos y frijoles de la marisma, que hacen muy buenos potajes…de los de la casa te hablaré luego. Pero atención a otro tesoro oculto que tienen a la venta «Los Galgos», unos picos así como de harina integral que vienen de la panadería El Gorrión de la calle Antonio Lara.
Pero la barra de «El Galgo» esconde aún más sorpresas. A la izquierda del reinado de Juan Antonio hay una ventana que conecta la estancia con el resto de los salones de la casa. Hay dos comedores más y un patio para cuando a la gente le apetece el fresquito. En El Galgo no hay camareros. Funcionan mediante autoservicio, el propio cliente se sirve sus tapas en la mesa. Antes se acerca a una pequeña ventana y pide lo de comer y lo de beber. Los galgos apuntan y cuando están listas las tapas, mediante un micrófono, avisan por los altavoces al cliente y este recoge el tapeo en la ventana. «Funcionamos como los cien montaditos» dice en tono de broma Angela López.
Angela señala que este sistema, que se utiliza en muy pocos establecimientos, es ya una tradición en el local. «Esto es un sitio familiar y no podemos atender las mesas. Así lo hemos solucionado». Sin embargo, a pesar del autoservicio si aceptan reservas.
El Galgo funciona como bar desde el año 2017, antes, desde 2006 había funcionado ya bajo la gestión de Juan Antonio, que ya tenía experiencia previa, la mayor 8 años con el bar La Cantarera.
En uno de los salones, de esos de paredes blancas y aperos de labranza colgados como adorno, hay un gran cuadro del alto casi de la pared con la imagen de Manuel López y Dolores Sánchez, los fundadores del establecimiento. Están delante de una viña y con un galgo a sus pies porque así empezaron, como viñistas y luego pusieron en marcha el establecimiento para vender los vinos.
Los Galgos es un sitio barato y de comida tradicional. Para empezar la cosa te recomiendan la papada ibérica o algo de chacina, incluida butifarra y morcilla de hígado, dos especialidades de esas que se te pegan al paladar. Si es temporada hay caracoles y cabrillas, dos productos muy de Lebrija y cuando hace «viruji» ponen también ajo lebrijano, la versión local del ajo campero, con el valor añadido del magnífico pan del que presumen en la localidad.
La cosa del guisoteo está bien surtida. El menudo de la casa, hecho de ternera y con garbanzos acompañando la casquería es otro de los grandes éxitos del establecimiento.
Si vienes con hambre o hay grupo con ganas de cachondeo lo suyo es pedirse el «plato del chef» que no e ostra cosa que un plato de tamaño generoso con sus patatas fritas, embellecidas también con pimientos fritos y luego lonchas de jamón ibérico y cuatro huevos coronando el espectáculo.
Pero uno de los grandes atractivos del sitio es el pescado frito. Todo se sirve por tapas (entre 3,50 y 4,50 euros) y hay pijotas, acedías, pescada, salmonetes, chocos fritos, gambas fritas o cazón en adobo. Ya para los buscadores de reliquias, pavías y albures en adobo, una tapa ya difícil de encontrar.
Hay también algunas concesiones a las cocinas importadas y tienen nachos con queso o con guacamole o hamburguesas de ternera o de pollo empanao.
El toque de sofisticación de la casa llega con los panes «galgueros», una especie de canapés realizados con pan de Lebrija y que llevan salmorejo con diferentes rellenos.
En El Galgo hay opciones para toda la familia y cuentan también con algo de carne a la plancha (pollo, churrasco de cerdo o lagartito).
De postre también alguna sorpresa como la famosa tarta imperial de El Puerto de Santa María.
Horarios, localización, teléfono y más datos de la bodeguita El Galgo, aquí.
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