El establecimiento de estas características más antiguo de la ciudad fue fundado en 1926 por un soriano, Blas Palacios, que se trasladó hasta Sevilla a montar su negocio en el barrio del Porvenir con motivo del evento iberoamericano. Casi un siglo después mantiene gran parte de la estructura y mobiliario de sus primeros años, así como sus dos especialidades gastronómicas: las tapas de jamón ibérico y salchichón cortado en tacos y servido en papel de estraza.
La Exposición Iberoamericana de 1929 supuso un verdadero revulsivo social y económico para la Sevilla de principios del siglo XX. Presagiando esos cambios y al albor de una oportunidad de negocio, Blas Palacios, un joven procedente de un pequeño pueblo de Soria, se instaló en la ciudad a mediados de los años 20. Deseaba montar su propio establecimiento y eligió para ello el que sería el centro neurálgico de la exposición: el barrio del Porvenir. El sueño de Blas se materializó en 1926 en Casa Palacios, un híbrido entre tienda de ultramarinos y bar que ha permanecido hasta el día de hoy inmutable en el tiempo. «Somos el establecimiento de estas características más antiguo de Sevilla, ya rondamos el primer siglo de vida», explica con orgullo Juan Manuel Pérez Escobar, su actual propietario.
Y no es para menos. Adentrarse en Casa Palacios supone hacerlo en uno de esos establecimientos en los que el reloj se detiene. En las paredes de la zona del bar, en sus inicios una taberna, aún retumban las primeras conversaciones de los clientes del encuentro iberoamericano. Esos mismos que condonaron algunas de sus deudas regalando la barra de caoba o las estanterías de madera de la zona del bar. O los que degustaron el sinfín de latas de conservas, embutidos o quesos, que desde sus inicios se vendían en la tienda, mientras cerraban acuerdos o negocios. «Casa Palacios ha formado siempre parte de la historia de Sevilla. Durante la posguerra, en los años cuarenta era la segunda cartilla de racionamiento de la ciudad. Imagínate cuánta gente pasaba por aquí», sentencia Juan Manuel
A finales de la década de los 40, Blas Palacios invitó a dos de sus primos de Soria a trabajar junto a él en Casa Palacios. Juan y Severo Palacios se incorporaron a la plantilla y se adaptaron pronto al barrio y a lo concurrido del bar y la tienda. «Mi padre, Juan Manuel Pérez Fernández, llegó poco después. Fue su tío Severo quien tiró de él y le enseñó a dirigir el negocio» En esos años, según relata el actual propietario de Casa Palacios, la variedad de productos de la tienda no cesaba de crecer. «Buscábamos siempre dar a nuestros clientes algo diferente y de calidad». Pronto el jamón y el salchichón ibérico del establecimiento de la familia Palacios comenzó alcanzar gran fama en la ciudad. También se hizo muy popular en esa época el vino propio de Valdepeñas con el que contaban en el local.
Tanto fue así que María de las Mercedes de Borbón, madre del rey Juan Carlos I, en sus frecuentes viajes a Sevilla siempre solía encargar jamón de la centenaria tienda del Porvenir. Según explica Juan Manuel «alguien se lo hizo llegar un día y ya tomó por costumbre mandar a su servicio a recogerlo». En una ocasión, el progenitor del actual propietario de Casa Palacios abrió hasta tres patas de este producto «hasta que encontró una a la altura de las circunstancias que le encantara a Doña María de las Mercedes».
Casa Palacios nunca tuvo cocina. Ni la tiene a día de hoy. Cuando la cuarta generación de la familia Palacios, personificada en Juan Manuel Pérez Escobar, tomó las riendas del establecimiento, allá por finales de los noventa, lo hizo con un propósito en mente: mantener la esencia del negocio, tanto a nivel estético como gastronómico. Y lo ha conseguido. La distribución de espacios y oferta de tapas permanecen casi idénticas a sus inicios. «Como aspectos novedosos he colocado una zona de veladores en la calle y algunas mesas altas en la tienda. También hemos añadido nuevas marcas gourmet de conservas y productos en general para distinguirnos», aclara. Además, Casa Palacios también sirve desayunos para complementar su oferta.
«Aunque nada compite con los clásicos: jamón y salchichón, o los mejillones, boquerones, y nuestras tablas y montaditos», declara el propietario. Como tampoco con la sensación que envuelve al cliente al cruzar el dintel de Casa Palacios. La de un viaje espacio-temporal en toda regla a la Sevilla de principios de siglo XX. Al que acompaña, como no, la experiencia gastronómica. Larga vida a la familia Palacios y a su ultramarinos-bar de la Exposición de 1929.
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