Pâtisserie Tokyo es una original pastelería de autor que lleva cinco años elaborando creaciones de influencias japonesas, turcas y francesas en Gerena. En su obrador-boutique, Irene Morcillo y Arnau Agán dan vida a sus propias versiones de mochis, baklavas y hasta roscones de Reyes con ingredientes de alta calidad y técnicas de vanguardia.

Encimeras impecables. Electrodomésticos y fogones impolutos. Azulejos blanco nuclear. Todo armónicamente ordenado e higienizado a la perfección.  Como si de un laboratorio se tratase. Así es Patisserie Tokyo. No en vano, desde este singular obrador-boutique de Gerena Irene Morcillo y Arnau Agán investigan, experimentan y crean alta pastelería. Ejerciendo de verdaderos científicos de la vanguardia más dulce. «Nacimos en 2019 para idear y diseñar pasteles de autor. Son únicos porque los hacemos desde cero y con influencias turcas, japonesas y francesas», explica la maestra pastelera.

Selección de pasteles individuales de Patisserie Tokyo. Foto: CosasDeComé

Selección de pasteles individuales de Pâtisserie Tokyo. Foto: CosasDeComé

Morcillo, barcelonesa formada en la Escuela de Hostelería Hofmann y apasionada de la cultura japonesa, conoció a Argán en un viaje a Estambul. Con él residió durante algún tiempo en la ciudad turca a la par que se formaba como baklavacı o maestra pastelera en la preparación de baklavas. Después, ya de vuelta a Barcelona, Irene atesoró un interesante curriculum dulce debido a sus formación en Cataluña con figuras de la talla de María Selyanina, Christian Escribà y Jordi Bordas. También se especializó también en pastelería japonesa. «Con todo este cóctel formativo a mis espaldas nos vinimos al sur a cumplir nuestro sueño: abrir una pastelería de experiencias sensoriales para paladares exigentes», relata Irene Morcillo. Lo hace mientras ultima la preparación de una de sus creaciones más originales, un baklava japonés compuesto de pistacho, cardamomo y té verde Matcha y el toque nipón del whisky Nikka.

Los pasteleros Irene Morcillo y Arnau Argán, propietarios del establecimiento. Foto cedida

Los pasteleros Irene Morcillo y Arnau Agán, propietarios del establecimiento. Foto cedida

Nada se le resiste a Irene y a su capacidad creativa. La propietaria de Pâtisserie Tokyo también se ha atrevido a reinventar el clásico mochi japonés, siguiendo la receta de su maestro Takashi Ochiai, en hasta cinco variantes. Por otra parte, la clásica pastelería francesa ha inspirado a Morcillo para dar vida en su laboratorio dulce a tartas, entremets y financiers, bizcochos tradicionales de Francia preparados con almendras, y mantequilla avellana. Todos ellos fabricados con técnicas de vanguardia e ingredientes de alta calidad. En ese sentido, Irene y Arnau no se andan con chiquitas. «Concebimos el momento dulce como un alimento más que se disfruta, no como mero combustible», manifiestan. Es por ello que seleccionan a «proveedores excelentes para un resultado verdaderamente exquisito». Chocolates Valrhona, Michel Cluizel y Callebaut, nata y mantequilla pura de vaca Corman o harinas italianas Petra figuran entre sus surtidores. También apuestan por productores de cercanía y, cuandon resulta posible, ecológicos.  «Nuestra gastronomía además de deliciosa (condición que se presupone en una pastelería), es lo más saludable posible sin dejar de ser golosa», afirman.

A lo largo de sus cinco años de vida, Pâtisserie Tokyo ha logrado consolidar a una clientela fiel y ávida de diferentes sabores y texturas. «Lo que más nos demandan son los pasteles individuales. En muchas ocasiones un surtido para así probar varios», comenta Morcillo. Bautizados con evocadores nombres de países y lugares exóticos, ofertan hasta una veintena de ellos entre los que destacan el Calypso elaborado con una mousse de coco y Malibú, coulis de mango y fruta de la pasión, bizcocho y coco, así como el brownie del Marqués, sin frutos secos ni apenas harina y rebosante de chocolate negro.

La creatividad en el laboratorio de Irene y Arnau nunca cesa. Ni tampoco la actividad de estas dos mentes inquietas. Es por ello que en el último año han experimentado hasta incorporar varias novedades a la oferta de la patisserie. «Hemos inventado unos petit-four o pequeños bocados de nuestros pasteles individuales y nos hemos lanzado a hacer nuestros propios roscones de Reyes que están disponibles durante todo el año», revela Morcillo. Estos últimos se preparan gracias a un pre-fermento y con una fermentación total de casi 4 días en frío y cuentan también con una versión individual. También han hecho atemporales los helados naturales que elaboran durante todo el año.

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