La bodega Santina tiene todas sus paredes llenas de carteles de toros, fotos antiguas y recuerdos del torero Paco Camino, que vivió en el inmueble. Pero sus atractivos también están en sus platos. Atención a los chocos fritos, la carrillá en salsa y un mojo picón de lo más elegante
María Riego dificilmente olvidará los primeros días de julio del año 2022. Su padre, Manolo, se había hecho con la gerencia de la bodega Santina, en el centro de Camas. El sitio había estado algún tiempo cerrado y necesitaba una limpieza a fondo. A ella le tocó la tarea de limpiar y dar brillo a los 1633 cuadros que llenan las paredes de los tres salones con los que cuenta el establecimiento, todos, repletos de carteles antiguos de toros, fotos antiguas y un amplio albún familiar del torero recientemente fallecido Paco Camino que vivió en el inmueble antes de que a finales de la década de los 80 del siglo pasado fuera convertido en bar.
Manolo Riego López tiene 56 años. Es natural de Olivares. Al igual que sus compañeros viste pantalón y polo negro con un pequeño logotipo del bar en el pecho. Comenzó en la hostelería muy joven y entró a trabajar en la bodega Santina allá por el año 2014, a las órdenes de Miguel García González, que por entonces regentaba el local. Habla con pasión de su trabajo. Se ve que le gusta lo que hace y que está satisfecho del resultado. Cogió las riendas del local el 13 de julio del año 2022, hace poco más de dos años. El sitio había cerrado y llegó a un acuerdo con Miguel García para reabrirlo y ocuparse de la gerencia…conocía bien el sitio y no ha hecho muchos cambios: «porque cuando las cosas van bien no hay que cambiarlas» señala.
El sitio es de esos con encanto, una cuestión en la que Camas es rica. A pocos metros está El Tivoli, otro sitio de esos con pedrigrí. En la misma calle, conocida como la milla de oro de La Cruzcampo por la cantidad de espumosa que se despacha, está «La Una y Media Casa Rufino» y en la vecina Pañoleta reina en el capítulo de sitios «con su cosita» la bodega San Rafael con sus gambas servidas sobre papel parafinado. Riego sabe que para triunfar en un terreno con tantos locales que te llegan al corazón, tiene que lograr que todo esté en estado de revista.
A pesar de que en las paredes de la bodega no cabe un cuadro más, destaca la limpieza del establecimiento. El hostelero resalta que «tres veces a la semana se hace limpieza de todo». Hay toneles de vino que sirven de mesas, aperos de labranza, una chimenea, alguna vieja radio, algunos jamones colgados tras el mostrador y unas huevas aliñás que parece que te saludan desde una vitrina donde tienen «fresquitos» los aliños.
Lo de «Santina» tiene su historia. En la casa vivió Paco Camino y el local que ocupa el establecimiento eran las cocheras donde se guardaban muchos de los enseres que utilizaba el diestro para su trabajo. Camino dejó la casa y un grupo de socios decidió transformar el espacio en una bodega. Manolo calcula que eso fue sobre 1989. El nombre le vino porque en la familia de algunos de ellos había devoción por la Virgen de Covadonga, conocida también como La Santina.
La bodega se hizo famosa en poco tiempo con una fórmula simple pero efectiva: buen jamón y buenas gambas. El sitio se llenaba y se fueron incorporando más cosas. La sociedad, que regentaba varios locales, se disolvió y Miguel García González se hizo cargo del establecimiento. «He aprendido muchas cosas de él» señala Manolo Riego. «Es una persona que sabe escoger muy bien los productos, que cuida la calidad y eso me lo transmitió».
Sin embargo el local terminó cerrando en el año 2022 y Manolo llegó a un acuerdo con Miguel para regentar el espacio. A pleno rendimiento (3 salones más terraza) en la bodega pueden estar comiendo a la vez unas doscientas personas…una cantidad muy respetable.
A Manolo le ayudan en la labor su hijo Sergio y su hija María, «aunque aquí somos todos casi una familia», destaca. La carta es amplia, tradicional y variada. Hay aliños, frituras, montaditos, guisoteo, chacinas y carnes ibéricas, una de las especialidades de la casa…todo acompañado de papas fritas «que cortamos y freimos aquí todos los días». De postre tartas que le hacen en una pastelería.
A los mandos de los fogones, el camero Eduardo Santos Gil, 40 años, un cocinero formado a si mismo y que borda las salsas de la carrillá y el rabo de toro. Se incorporó al proyecto a finales de 2023 y es de los que defienden el fuego lento y las «carnes hechas en su propio jugo» porque así quedan mejor. Atención a su carrillada ibérica en salsa. Carne tierna y una salsa de gran rebañazo, densa, acremosada, pero de las que llevan tropezones…una delicia. Dice que tan solo la aromatiza con un poquito de tomillo y un poquito de vino tinto que le pone cuando ya está avanzada la cocción. La carrillá también la sirven desmigada y con su salsa en montaditos.
La tapa, generosa, sale a 3,50 euros, porque esa es otra de las características de la bodega, los precios. Es lo que se llama un sitio bueno y barato. Muchas de las especialidades se pueden tomar por tapas y el coste de estas oscila entre los 3 y los 4 euros. Aquí se come facilmente con dos tapitas y si eres de comer con tres.
Hay también menudo, garbanzos con espinacas, la cola de toro, que solo se sirve por ración, albóndigas de carrillada, merluza a la roteña, bacalao desmigado metio en tomate, y si es temporada, coquinas de Huelva al ajillo. El solomillo al whisky lo preparan con los ajos triturados, convirtiendo la salsa en una especie de crema.
«Aquí lo hacemos todo, nada de precocinados, destaca Manolo. Las croquetas se hacen aquí al igual que el cachopo de solomillo o el flamenquín. Creemos que la clave de todo está en buscar buenos proveedores y apostar por la calidad».
Una muestra de esta filosofía de la casa, son los chocos fritos, de esos que se resisten al bocao, nada blanduchos y con sabor a mar y no a agüichi de congelador. El hostelero destaca que los «compramos frescos y luego se parten aquí en tiras. Desechamos algunas de las partes. Se embadurnan en una buena harina y se frien en freidoras grandes para que alcancen temperatura y queden crujientes por fuera». También elaboran unas llamativas pavías de merluza de tamaño generoso, calamares, daditos de bacalao o cazón en adobo. Uno de los platos más solicitados de pescado es un surtido de pescado frito y también tienen en carta un plato muy típico sevillano como son los «calamares de campo», cebollas, pimientos verdes y rojos, cortados a tiras finas, enharinados y fritos a fuego fuerte.
Uno de los apartados estrella son las carnes a la parrilla, fundamentalmente el ibérico, aunque ahora, a partir de septiembre, quieren también incorporar carnes maduradas de vacuno «porque es algo que el público demanda» señala Manolo. Tienen solomillo, presa, secreto, costillar o lagarto. Lo más demandado, señala Riesgo, es la presa que sirven cortada en filetitos (18,50) la ración. Nosotros tomamos una generosa media ración de lagarto ibérico (8 euros) que venía partido en tiras y con un buen punto de parrilla. Para acompañar papas fritas y otra de las joyas de la casa, un suave y elegante mojo picón, del que te podrías comer 25 cazuelas sin que te protestara el estómago. Como la carne estaban buena y me la tome sola me dedique luego a mojar pan de forma compulsiva en el mojo, hasta que termine con el cuenco.
Riego señala que «nuestra idea es seguir igual, en la misma línea, apostando por la cocina tradicional, por la calidad…y por sacarle brillo a los cuadros todas las semanas».
Horarios, localización, teléfono y más datos de la bodega Santina, aquí.
Aquí puede verse al completo la carta de la bodega Santina (actualizada a agosto de 2024):
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