Fundado en 1953 como un pequeño ultramarinos que preparaba tentempiés para los almacenistas de la aceituna, el establecimento de Alcalá de Guadaíra se ha convertido en una referencia andaluza en el mundo de las fruterías
Entrar en Casa Piculi, en pleno centro de Alcalá de Guadaíra, supone un desafío para los sentidos. A la derecha y en alto, una imponente y colorida zona de frutería, con cajas perfectamente apiladas de unos productos cuya apariencia y olor hablan por sí solos. Manzanas, tomates o zanahorias brillan con gran intensidad. A la izquierda, se encuentra el área de carnicería custodiada por un enorme azulejo con la fecha de fundación del local flaqueado a su vez por unos más que apetecibles jamones. Y a los pies de estos ibéricos, vitrinas con piezas de carne, preparados y tarrinas de comida casera. Todas ellas con una pinta más que sugerente que invita a la ingesta. Si el síndrome de Stendhal, aquel que se produce en un viajero ante el cúmulo de belleza artística, tuviese una versión gastronómica, Casa Piculi debería vetar su acceso a más de un cliente.
Piculi es como una frutería «de alta gama». Cada vez que preguntas por las características de algún producto te responden sabiendo hasta el mínimo detalle de la especialidad. Cuidan la presentación al máximo, te dicen hasta en que punto de maduración están los productos y te aconsejan como usarlo. En las estanterías pueden tener cadía día más de 60 especialidades, entre frutas y verduras.
“Nuestro padre consiguió crear un desavío con cierto caché y hoy sus hijos continuamos al pie del cañón cuidando al máximo nuestros productos y el trato con las personas”, explica Federico Herrera Gavira, actual copropietario de Casa Piculi junto a su hermano Carmelo, a la vez que muestra la zona interior de la tienda donde también queda hueco para quesos, panes y conservas de aire gourmet.
Unas instalaciones las de la actual Casa Piculi bien diferentes a aquellas con las que comenzó su andadura comercial el progenitor de Federico y Carmelo: Federico Herrera Vecino, conocido popularmente como ‘Piculi’. Ni zonas diferenciadas, ni grandes escaparates ni vitrinas de productos bonitos y bien ordenados. Este alcalareño fundó su primer ultramarino en una estancia de unos 20 metros cuadrados perteneciente a su propia casa. Allí comenzó a vender en 1953 azúcar y café a granel. “Aunque se hizo realmente conocido por los bocadillos de arenque o atún que montaba para los almacenistas de la aceituna. Se levantaba a las cinco de la mañana todos los días para prepararlos”.
Paralelamente, Piculi empezó a introducir también algunos comestibles en su negocio. Con el paso de los años, la creciente variedad de su oferta y la demanda de la clientela hicieron que Federico Herrera Vecino dejara su pequeño ultramarino de la calle Mairena para abrir uno mayor en la alcalareña plaza de la Almazara, donde se encuentra en la actualidad. “Ya en 1995 mi hermano Federico y yo nos hicimos con el negocio y decidimos especializarnos en fruta y comidas preparadas”, declara Carmelo Herrera, encargado de la zona de frutería, uno de los pilares de la actual Casa Piculi. “Nos gusta traer a nuestros clientes lo mejor de lo mejor. Nuestra fruta no se encuentra en ningún otro sitio de Alcalá”, sentencian los hermanos Herrera.
Además, en la frutería de Casa Piculi gozan de gran fama por cómo cortan y envasan sandías, melones y papayas, así como la piña, una de las frutas más demandadas en el establecimiento. Otro de sus productos estrella son las cestas de fruta que configuran a gusto del consumidor y bajo el asesoramiento de Carmelo Herrera. Sus precios oscilan entre los 25 y 70 euros y, según el copropietario del establecimiento, “tienen mucha salida y con ellas funciona genial el boca a boca”.
También gracias a la buena publicidad y recomendaciones que de ellas hacen sus clientes, las elaboraciones de comida casera de Casa Piculi se han convertido en otro de los pilares del negocio. La pericia en la cocina de Chari Caraballo, esposa de Federico, encandiló a finales de los años 90 a más de un paladar alcalareño. Su gazpacho, carne con tomate, espinacas con garbanzos o menudo ya cuentan con numerosos adeptos. Caraballo elabora sus guisos en una cocina anexa a la misma Casa Piculi. De ella salen a diario unos seis platos diferentes, además de los precocinados y aliños. “¿El secreto? Prepararlos siguiendo las recetas de siempre, las de toda la vida”, manifiesta Chari.
Su cuñada, Eva Gandul, esposa de Carmelo, se encarga de la caja. Gran parte de las familias de Federico y Carmelo se encuentra implicadas en Casa Piculi, también los hijos de ambos hermanos. Con una sonrisa, Eva afirma sentirse orgullosa de pertenecer a un negocio familiar de tan largo recorrido. No en vano, es uno de los más antiguos de Alcalá de Guadaíra. “La tercera generación de los Piculi ya está en marcha. Nos ayudan en verano. Nos encantaría que fueran ellos los que mantuvieran viva la tienda durante muchos años más”, sentencian los hermanos Herrera Gavira.