En La Venta Los Conejos, de Mairena del Alcor, te dan la bienvenida colocándote en la mesa una telera de pan de medio kilo, aunque vayáis solo dos…a partir de ahí no te digo ná…

 

En la Venta Los Conejos te reciben con una telera de pan de bollo de medio kilo, de las que hacen cada día en la panadería de Pepe de Viviana. De escolta un plato de aceitunas aliñás, verdes, gordas, zajás, con su buenos dientes de ajo. Antes, la camarera te ha conducido hasta la mesa que has reservado. Aquí no hay libro de reservas, sino que «mi Ramón», como llama el gerente del establecimiento a su empleado más longevo, a rotulador negro, de los gordos, coloca el nombre del reservista escrito en el mantel blanco de papel de la mesa.

Con esta «tecnología» apuntan las reservas en las mesas en la Venta Los Conejos. Foto: Cosasdecome

En Los Conejos, un local fundado en 1968, solo hay de comer guisos de conejo, de hasta cuatro formas diferentes, un par de ensaladitas, unos huevos con papas y un poquito de pez espada para «los milindris». Solo la calidad de los guisos y la personalidad del sitio y su propietario, Curro López León, pueden explicar que un establecimiento así, con una carta que practicamente no se mueve desde hace más de 50 años, siga teniendo éxito.

Pero en esta venta situada a las afueras de Mairena, en la calle Gandul, al fondo de un carril situado junto a un desguace de coches, se está en permanente estado de sorpresa, desde el momento en el que dejas el coche en el aparcamiento que hay al lado.

La primera sorpresa al entrar en la venta está en el patio donde hay un monumento al Quijote hecho con piezas de desguace. La obra es del artista Jullán Mateo Quintana de Toledo. Foto: Cosasdecome.

Todo está brillante y limpio, a pesar de que en las paredes cuelgan más de 1000 cuadros que cuentan la historia del establecimiento y todas las personalidades que han pasado por él. Hasta los azulejos con forma de medallón, que colocará Santi «El Choro» allá por los años 70 están brillantes.

Uno de los tres comedores de la venta. La pared, alicatada, hasta la mitad, está repleta de fotografías. Foto: Cosasdecome.

La carta está colgada en la puerta del establecimiento y en el mostrador. Hay terraza, con zona de juego para niños, cubierta con toldos y sombrillas y luego tres salones, en total capacidad para unas 250 personas que comen sobre manteles de hule de «acuadritos» blanco y verde y sobremanteles de papel de un solo uso. De todos modos las camareras te cantan la carta en un santiamén: Conejo en salsa, conejo con arró, conejo metio en tomate y conejo al ajillo. Antes «te podemos poner una ensaladita o unos tomatitos con melva y si no te apetece conejo hay filetitos de pez espada y unos huevos fritos con papas y algunos tropezones. De postre…sorpresa, luego te lo cuento.

La lista de precios. Foto: Cosasdecome.

Te lo ponen fácil. Se pueden pedir media raciones, si quieres montarte un menú degustación así como de mojá pan. Como somos agonías nos pedimos los cuatro guisos de conejo y antes, para picar, unos tomatitos con melva, espectacularmente aliñados con vinagre, en ese punto que solo consiguen los maestros, al límite, en el que una gota más de vinagre estropearía el plato.

Tomates con melva. Foto: Cosasdecome.

Aparece en escena Curro López León. Sabe torear y camelarse al público. Camisa a cuadros, una vistosa pulsera en el brazo y 65 años. Todo el mundo lo llama y Curro siempre tiene una frase ocurrente. Está en la venta desde el primer día. Todo empezó un 22 de marzo de 1968, en un local situado a pocos metros de la actual establecimiento, cuando Curro solo tenía 10 años y sus padres pusieron el negocio a su nombre.  Era un bar de cuarta categoría, lo mínimo que se «despachaba» entonces.  Vicente López y Dominga León pusieron un pequeño sitio en un sitio que «estaba en el fin del mundo» comenta Curro. Empezaron poniendo copitas de vino y luego desayunos para los «soldaos» del vecino cuartel de instrucción que había cerca, el de Las Canteras, ya desaparecido.

Curro con sus padres en una foto tomada pocos años después de la apertura del establecimiento.

Luego vinieron unos huevecitos fritos para el almuerzo…y llegó el día clave. Manuel Kitito y Paulino, dos vecinos de Mairena, habían ido a pescar a Alcalá. A la vuelta se trajeron dos conejos y le pidieron a Dominga que se los aviara para comer. La madre de Curro lo partió en pedazos, le puso un poquito de vino blanco, ajo, guindilla y su poquito de laurel y se lo puso a los pescadores por delante, incluida las cabezas de los animales bien limpias y preparás y los higaditos, que le dan buen sabor al guiso.

La voz de la buena mano de Dominga con los conejos se fue expandiendo y ahí comenzó la historia. Luego vendría el conejo en tomate y al ajillo, «y desde ahí nada más. Bueno ahora hemos incorporado croquetas y un paté, pero la gente viene aquí a lo que viene, señala Curro. «Todos los martes nos traen de 400 a 500 conejos. Vienen de una granja. Ya vienen sin la piel y nosotros lo que hacemos es partirlos a trozos y luego guisarlos en un perol de 10 en 10 conejos, siempre igual» señala Curro.

Perol de conejo en salsa recién «guisao». Foto: Cosasdecome.

Los conejos en salsa de Dominga los llegó a probar incluso el rey emérito una vez que vino a visitar el cuartel de Las Canteras y pidieron al establecimiento que acercará el guiso hasta el acuartelamiento.

La receta apenas se ha cambiado. La heredó Pepi Jiménez, la mujer de Curro, que  a los 16 años ya estaba también trabajando en la venta «porque había que echar un cable». Pepi y Curro se conocieron cuando tenían 13 y 15 años respectivamente y hasta ahora: «Se lo debo todo» dice tiernamente Curro refiriéndose a su mujer.

Curro y Pepi posan juntos en la venta. Foto: Cosasdecome.

La comida llega rápido. Mientras te he contado lo de la cantidad de conejos que se gastan en la venta, han llegado ya a la mesa los dos primeros guisos: conejo en salsa y conejo con arró. Al mojar el primer miajón ya entiendes porque te ponen un pan tan grande. Especialmente recomendable el conejo que te sirven con arró. Lo hacen con el arroz «marisma» de Doña Ana, de Arrozúa, en Isla Mayor…todo queda en casa. Arró de los amarillos, perfecto de punto, con un toquecito de especias, pero conservando ese tono «abrazante» que tienen los guisos de las ventas. Aquí no hay arró pa dos. Te pueden poner o medio conejo o un conejo entero…y con medio conejo ya sales bien comió, te lo digo yo…que soy de buen apetito.

El arroz con conejo. Foto: Cosasdecome.

La telera de pan antes de que le metieramos mano. Foto: Cosasdecome.

 

Para los que sois, de preguntar precios os diré que el medio conejo sale a 9 euros y entero a 16. Los 4 guisos salen al mismo precio. Damos cuenta de el «en tomate» que también necesitó de varias vueltas al ruedo de la telera de «Viviana» y el del ajillo.

Otro dato curioso. Todos los guisos salen de un mismo perol, es decir, el conejo se guisa en salsa y luego se le echa el tomate, el arró o se refrie con ajo, dependiendo de lo que se pida, pero se parte de un guiso único.

El conejo en tomate. Foto: Cosasdecome.

Tengo una necesidad vital. Tanto guiso me pide papas fritas…no voy a pedir guacamole. Curro se acerca y le digo que si pueden ser unas papas fritas. «Sois de comé…» me dice el ventero dándose cuenta de la voracidad de los presentes. A los dos minutos la camarera aparece con una fuente de papas fritas que siguen en el mismo «notable» de nota media del resto de los platos. «Son del tipo agria, que son las buenas para freir» señala Curro. Decir «agria» en materia de papa es como decir ibérico de bellota en jamón. En el sitio las papas se ponen aparte, no van en los guisos. La fuente sale a 4 euros.

Fuente de papas fritas mostrada con total realismo. Foto: Cosasdecome.

Pero Los Conejos guarda una sorpresa final para el postre. Aún conservan una reliquia ventera ya difícil de ver: «el pijama». Me imagino que este nombre vendría porque después de comértelo lo suyo era «apijamarse» y pegarse una siesta. El pijama de Los Conejos conserva todos sus avíos: melocotón y piña en almibar, flan, tocino de cielo y sus flores de nata a discrección, incluyendo el caramelo por lo alto.

Llega el momento de pagar. No hay comprobante, advierto para los pejigueras. Curro se acerca a la mesa junto a la camarera y va diciendo, con la aprobación de los comensales, lo que han comido. El ventero, armado con un bolígrafo y una hoja de calendario reciclada, apunta lo consumido. Suma a viva voz y dice el resultado: Son cincuen, que fue nuestro caso, incluida una telera de regalo, porque nos vieron cara de ser de desayunar pan de pueblo con manteca colorá.

Pero Los Conejos no solo es comer bien, que se come, sino disfrutar del entorno. Todas las paredes están llenas de cuadros con fotos que narran en instantáneo la historia del establecimiento y de su dueño. Los tres salones e incluso la zona de la barra están llenas de recuerdos en forma de fotografía. No hay espacio libre. Todo comenzó con Antonio Mairena que era también devoto de los conejos en salsa de Dominga. De él colgaron la primera foto y luego vendría Pepe Marchena…y Pepín Vázquez por quien tiene predilección el ventero. Están también los premios conseguidos. Curro fue nombrado mairenero ilustre en el año 2018. Tiene la llave de oro de Santander y su afición a los toros le ha llevado a ser pregonero de la fiesta hasta en Nueva York.

La barra de la venta, otro de los «monumentos» que hay que contemplar en la visita. Los azulejos rondan los 50 años. Foto: Cosasdecome.

En las paredes del establecimiento no faltan las alusiones a la fiesta. Hay varias cabezas de astados colgadas, fotos con numerosos toreros y un burladero sirve como soporte a una televisión colocada en el salón y en donde transmiten los deportes mientras los clientes le pegan fuerte al salseo.

Ramón Marín, la mano derecha de Curro, lleva 47 años trabajando en Los Conejos. Foto: Cosasdecome.

A Curro le gusta sentirse querido. A sus 65 años dice que su sueño es decirle a los clientes, antes de que vaya a cerrar, «que paguen lo que quieran por la comida». Cita un refrán de su padre: «El que regala bien vende, si el que recibe comprende» y se acerca a un mesa con unas botellas de licor y unas galletitas «Napolitanas» con chocolate para conviar a los presentes. Los de la mesa aplauden felices. ¡Viva el conejo en sarsa!

Horarios, localización, teléfono y más datos de la Venta Los Conejos, aquí.

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