Sobretablas llegó con discreción a Sevilla pero en poco más de un año se ha hecho un sitio destacado en el aún pequeño mundo de la alta gastronomía sevillana
Camila Ferraro no es de mucho salir en las fotos. Prefiere la cocina y sus sofritos, algo tan básico de la cocina tradicional pero que a ella le sirve para construir sus platos de alta cocina. En el comedor su marido, Robert Tetas, todo un especialista en vinos y con verdadera debilidad por los jereces.
Los dos vienen de casa de alcurnia en lo que se refiere a la cocina. Estuvieron trabajando, y además con puestos de confianza, en El Celler de Can Roca, el restaurante más importante de España tras el cierre de El Bulli.
Camila es de Sevilla y tiró la tierra. Se formó en La Consula, una de las escuelas de cocina de más prestigio de Andalucía. Se fijaron en un edificio del barrio del Porvenir con historia, un sitio que ya prestó servicios para la Expo de Sevilla del 29. Prefirieron aclimatarlo de forma sencilla, unos toldos, mucho verde y un aire que dista bastante de los restaurantes de alto copete. Pero a pesar de la sencillez del local, aquello irradia paz y una sencilla elegancia, como una salsa de esas templaitas, que no queman pero te dan calor.
La cocina de Sobretablas no impresiona en cuanto a la vista pero cuando aquello pasa a la boca compruebas que en sus creaciones hay mucha técnica que tiene además, la virtud, de pasar desapercibia en beneficio del sabor.
Ferraro es perfeccionista. Su carta apenas ha cambiado en un afán por lograr la excelencia en lo que ofrecen. Hay guiños a los clásicos de Sevilla como el montaito de pringá, la ensaladilla, el solomillo al güisqui, aquí elaborado con caballa o los garbanzos con espinacas.
Particularmente me quedo con sus fueras de carta, con productos de la huerta muy interesantes y con los puntos de cocción de sus pescados, una delicia.
No sale caro, para lo que es un restaurante de alta cocina. Su plato más caro en la actualidad sale a 22 euros (un cochinillo) pero tienen media docena de propuestas, en formato platito, que no llegan a los cinco euros. En los postres tampoco hay «clavazo» todos a 6 euros.
En un año han conseguido el Bib Gourmand pero es un sitio que «huele» a más y dará muchas alegrías a la ciudad.
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