La familia Ríos Vizcaíno conserva en el mesón Tony de Sanlúcar La Mayor la estética y la carta de los antiguos mesones de finales del siglo XX. El sitio ofrece un guisoteo de gran interés tapatológico y una materia prima muy cuidada
Una fachada de ladrillo visto es la carta de presentación del Mesón Tony de Sanlúcar La Mayor. Nada más entrar una amplia barra, de esas largas que, no sabes muy porqué, te dan buenas sensaciones. A la izquierda el gran comedor. Las mesas y las sillas a juego de color marrón oscuro lucen como recién pintadas. No parece que sean las mismas que pusieron hace ya más de 32 años Antonio Ríos Saez (Tony) y Dolorez Vizcaino Hidalgo cuando abrieron su establecimiento. Manteles coloraos y encima un sobremantel blanco de esos decorados con cuadritos.
Aqui no se ha aplicado la doctrina imperante de «aclarar» los mesones. No se han pintado las sillas de blanco y se ha metido mucha luz en los salones. Aqui no se renuncia al pasado porque, entre otras cosas este es de lo más brillante y lo que ofrece el restaurante es de lo más actual, porque está muy rico. Las mesas siguen siendo de color oscuro y en los comedores hay luz «de paz»
Pero el «Tony» no sólo conserva la estética de los mesones, esas decoraciones en madera que se prolongan hasta los techos, esas alacenas repletas de vinos o unos grandes azulejos en las paredes con escenas campestres, sino que también trasladan esa calidez a su relación con el cliente. Los hermanos Antonio y Maria del Mar Ríos Vizcaino 40 y 42 años respectivamente, dan la bienvenida al establecimiento. Trato cercano pero sin confianzas. Con esa filosofía que «aquí no hay problema con nada» te llevan a tu mesa y te cuentan lo que hay en carta y lo que han hecho las manos milagrosas de la casa, las de Dolorez Vizcaino Hidalgo, la autora del famoso cocido de la casa o de unas habitas con huevo de esas que casi te dan ganas de levantarte de la mesa para aplaudir, como si hubieras escuchado al mejor tenor del mundo.
La carta no es de esas amplias. Con lo de La Pandemia la barra, una de las atracciones del bar, está anulada por lo que ahora, los fines de semana, no se puede comer de tapas, pero si de medias y raciones para compartir. Cuidado, porque son muy generosos con la cantidad y una tapa del establecimiento es perfectamente más de media ración de otro local. Además de los comedores, otra de las joyas de la casa es un patio situado en el interior y que es perfecto para las noches del verano. Con todo a pleno rendimiento en el local caben unas 200 personas.
A Antonio Rios Saez, hijo de camarero y ama de casa, le pusieron Tony, muy jovencito, cuando trabajaba en la tienda de «La Milagrosa» de Sanlúcar La Mayor. Tenía poco más de 13 años cuando empezó. Le pusieron «Tony» para distinguirlo de otro trabajador, Antonio, que era más mayor y, por eso le correspondió el diminutivo. Allí aprendió lo que eran las buenas materias primas. Luego se fue a la «Venta Isidoro», que era toda una referencia en la población, donde iba la gente de poderío de la zona. Pero el dueño se jubiló y Antonio decidió lanzarse a la aventura. Ya estaba casado con Dolores Vizcaino Hidalgo, sanluqueña igual que él. D0lores también era de las que había empezado a trabajar desde chica, sirviendo en una casa «donde se guisaba muy bien y aprendi mucho de cocina además de lo que me había enseñado mi madre».
Así que el 29 de septiembre de 1979, cuando Tony tenia 25 años y Dolores 22, abrieron en lo que hoy es la plaza de Los Reyes el «Bar Tony». El sitio era pequeño aunque su gran ventaja era la terraza en el centro del pueblo. Allí se colocó toda la familia y en la cocina estaba también Carmen Saez, la madre de Tony y una de las grandes «diseñadoras» de los platos que hoy se ofrecen en el establecimiento.
Alli empezaron ya los éxitos de la casa, pero Tony comprendía que aquel local , que tenían en alquiler, no era el sitio idóneo para el negocio. En la plaza Alamillos había un buen sitio. Lo vieron y les gustó. Así que llegaron a un acuerdo con el dueño para comprarlo. Pero la idea del hostelero sanluqueño era montar allí algo diferente, un restaurante, algo que hasta entonces no existía en Sanlúcar. Tony empezó a sumar y, al final, poner en marcha su mesón se ponía en 100 millones de pesetas. Ahí llegó el apoyo fundamental de uno de sus proveedores «que creyó en él aunque no lo conocía mucho, aunque luego han sido dos grandes amigos», señalan sus hijos. Era el panadero Joaquin Rodríguez de la panadería «El Boni». El fue el que le avaló la operación en el banco y posibilitó que el 3 de noviembre de 1988 el Mesón Tony abriera sus puertas. Los asistentes a la inauguración quedaron sorprendidos por aquellos techos de madera y las piezas de cerámica de las paredes pintadas por Cerámicas Pareja de Villanueva del Ariscal.
Antonio y María del Mar, los hijos de Antonio, que murió hace unos años, señalan que «practicamente no hemos cambiado nada. Hacemos nosotros mismos el mantenimiento e incluso muchas de las máquinas que usamos son también las mismas que cuando abrimos».
Llama la atención la limpieza del local. Incluso las piezas de museo que tienen expuestas tienen brillo. En la puerta, en una vitrina de cristal, hay una colección de miniaturas de coches Seat, a los que Tony era muy aficionado. Luego hay máquinas de coser antiguas, expendedores de aceite, básculas y aperos de labranza. Antonio y María del Mar recuerdan que «en los años de la crisis incluso hubo parte del restaurante dedicado a la venta de muebles».
Pero de todos modos lo más interesante del Mesón Tony es lo que se come. Lo cuidan todo. Lo primero el pan. Tienen hasta cuatro diferentes: Unos bollos picaitos y unas regañás que traen de la panadería Boni «a la que no hemos dejado de comprar nunca gracias al favor que le hicieron a mi padre». También tienen unos picos largos y exquisitos de la panificadora El Rocío, las famosas regañás de Don Pelayo y también le surte la conocida panadería sanluqueña «La Andalusí» un pan especial para las tostas de la casa. «Tratamos de comprar a la gente de Sanlúcar y somos muy fieles a nuestros proveedores, es lo que nos enseñó nuestro padre».
Es lógico que tengan picos y regañás de las buenas porque son «pareja de baile» para una de las estrellas de la casa, la ensaladilla que hace Dolores solo los fines de semana y que lleva patata, zanahoria, guisantes, atún y la gran clave una mayonesa que elabora ella misma, eso sí, con huevo pasterizado. Es la misma para los huevos rellenos, otra joya «arqueotapatológica» de la casa. Elaboran también un alioli, con muchos seguidores, con el que acompañan unos curiosos flamenquines con el que obtuvieron hasta premio en un certamen de tapas y también un bacalao que sirven con el alioli gratinado y que no se debe de dejar de probar si se visita la casa.
El bacalao es una de las estrellas de la casa. Lo sirven a la vizcaina, a la roteña, con tomate y a la sevillana. «Lo compramos congelado porque nos dan una gran calidad y además es constante». Lo pedimos «al chef», una receta creada por ellos mismos en la que el taco de bacalao, de eso que se parte en lascas, va sobre una especie de mermelada de pimientos. Por encima el alioli.
La oferta de pescados cambia cada fin de semana porque lo traen fresco. Suelen tener unos boquerones aliñados con limón y luego fritos que también merecen probarse y suele también haber calamares de potera fritos o tortillita de camarones «que hacemos nosotros».
En el tema marinero también tienen a veces un pulpo que aliñan con aceite y vinagre.
«Es una de nuestras máximas, todo lo que ponemos lo hacemos nosotros». Los guisos son uno de los atractivos del local. Su cocido se ha hecho famoso. Lleva garbanzos y chícharos (judias blancas) en estado mantecoso de cocción. La receta se la enseñó a Dolores su madre, Dolores Hidalgo, y como curiosidad no lleva aceite, ni verduras, a excepción de las acelgas, pero si una sustanciosa pringá que va en el mismo plato: morcilla, chorizo o tocino de papada. El trabajo del «picaito» de los Boni es de matrícula. En temporada también hacen unos alcauciles rellenos con ternera y unas habas, que cocinan incluso con sus cáscaras con un poco de cebolla. Luego le plantan por lo alto unas lonchas de jamón y unos huevos fritos.
Suelen tener también espinacas con garbanzos, pisto con huevo y en invierno menudo.
Siendo un mesón no puede faltar tampoco en la carta el surtido de chacinas, el jamón ibérico o el queso de Zamora y el apartado de carnes con cerdo ibérico o chuletitas de cordero y algunas propuestas de filetes con salsa. Atención también a las patatas fritas «de las redondas» que acompañan a los platos.
En Tony no se puede ir uno sin probar el postre. Rocío de Amores, la esposa de Antonio, uno de los hijos de Tony, es la que se ocupa de esa parte. Aqui también reinan los clásicos: flan de huevo, arroz con leche, poleá, una tarta de tocino de cielo u otra de galletas y chocolate. «Todo lo hacemos aquí, con recetas de la familia».
Aquí puede verse (con sus precios) la carta completa del Mesón Tony.
Horarios, localización, teléfono y más datos del Mesón Tony, aquí.
Aqui la receta del famoso cocido del Mesón Tony.
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