La Bodega El Quema en Triana lleva casi 25 años triunfando con sus montaditos. Sus grandes éxitos son «El Quemita», que lleva dentro un surtidito de chacinas picadas y «El preñao» con lomo, chorizo, morcilla y cebolla

 

A las diez y media de la mañana ya está en su bodega dispuesto a coger su cuchillo bien afilao y a ponerse «pin,pin» a cortar chacinas que le llegan de Fuentes de León, un pueblo de Badajoz. Pin, pin con la morcilla, pin, pin, con el chorizo, pin, pin con el lomo y pin pin con lo que haga falta.

Antonio Guerra Vargas, 63 años, nacido en El Ronquillo, criao en Camas e «hijo adoptivo» de Triana, donde lleva con su negocio desde 1989, le pone a la vida buen humor, que es otro de los ingredientes de su bar, la bodega El Quema, un pequeño establecimiento situado en la calle Evangelista del barrio de Triana y donde en solitario y con alguna ayudita los fines de semana, atiende a la clientela que viene a disfrutar de sus famosos montaditos, magistralmente tostados por Antonio en el grill.

Vista exterior de la bodega El Quema. Foto: Cosasdecome.

«Lo de la hostelería es una prisión» afirma en estado de broma permanente mientras hace «pin, pin» con una pieza de morcilla. La parte a pequeños trozos, más que cortarlas parece que las acaricia por el cuidado que pone en la operación. El tabernero se mueve en un escenario de apenas 25 metros cuadrados en donde hay sitio para un simulacro de pozo que preside la estancia, un mostrador en forma de escuadra alicatao con azulejos sevillanos y ladrillo y una pared llena de cuadros relacionados en El Rocío, los caballos y algunos viejos sifones de cuando en los bares había agua de seltz para ponerle gracia a los tintos con casera.

Interior de la bodega El Quema. Foto: Cosasdecome.

Tras el mostrador seis barriles con vino traido directamente de Villanueva del Ariscal. Hay también vino de naranja y vermú, anuncian los carteles. Los toneles se aprovechan para hacer propaganda de las novedades de la casa. «Pida el montadito de cochinita al whisky con jamón» dice en uno, otro recomienda el cabra loca y el más alto comunica una de las características de la casa: «Tarjeta no, taco sí», porque en El Quema no te cobran con tarjeta, solo se paga con dinerito de monedero.

Los barriles de vino presiden la barra. Foto: Cosasdecome.

En las paredes también reposan objetos antiguos, a los que es aficionado Antonio y unas pancetas ahumadas, de esas que se cortan en lonchitas finitas y algunos jamones ya que el pernil también se sirve por tapas en el establecimiento. Hay mesas altas en las terrazas y algunos banquitos junto a la barra. Funcionan con autoservicio y el mismo cliente retira los productos de la barra para llevarlos a la mesa.

El rey de la casa son los montaditos. Hasta 31 se cuentan en la carta tamaño cuartilla y plastificada que se reparte a los clientes que vienen por primera vez a la casa. Los de siempre ya se la conocen al dedillo. A ello hay que unir un poquito de queso, de morcón, de caña de lomo y de salchichón que ponen por tapas y se acabó la cosa…bueno también hay unas olivitas y caracoles en temporada.

Surtido de montaditos en El Quema. Foto: Cosasdecome

Antonio señala que utiliza «pan normal» para sus delicias montaditas, pero la clave de la casa está en la maestría del tabernero para manejar dos pequeños «griles» que tiene como única «arma» para montar su cocina. Los dos aparatos se ve que tienen unos cuantos quinquenios pero el pan llega a la mesa ligeramente tostaito y con sus interiores «bien sudaos» para que le transmitan al pan su esencia, sin perder su personalidad propia.

Todas las «tiradas» salen entre 2,70 y 2,90 euros. Uno de los más veteranos de la casa y gran lider de ventas es el «Quemita», un montadito que lleva en su interior un surtido de las chacinas que tienen en la casa. El bocadillo resulta jugoso y te dan ganas de repetir. La otra estrella es el preñao que lleva lomo, chorizo, morcilla y un poquito de cebolla picaita para rebajar tanta intensidad.

Antonio Guerra junto al grill donde convierte sus bocadillos en delicias. Foto: Cosasdecome.

Después, como si fuera «Netflixt», está «la serie» de los cabra, unos cuantos montaditos que tienen como argumento común llevar queso de cabra de este cremoso que está tan de moda. Así está el «cabra loca» con lomo, jamón y chorizo, el «cabra trianera» con salmón y bacalao, el «cabra viuda» con aceite de oliva y jamón y el «cabra picante» con chorizo picante.

Antonio es «el creativo» y es el que se inventa los nombres de los montaditos y su contenido. Señala que «aquí todos gustan. Todos los que vamos poniendo se han quedado». Los hay también con un solo ingrediente como de chicharrones de Cádiz, de morcilla de hígado, del melva, de mojama, o de panceta y no faltan tampoco el de jamón o el de pringá, todo un clásico sevillano.

Ocho montaditos para pringarse… y mucho

Como si fuera un restaurante de postín, Antonio Guerra es capaz de montarte un «menú degustación» en pocos minutos. Así si sois dos o cuatro, te pone una selección de montaditos de la casa y te los parte en pedacitos para que se puedan probar sin ponerse «jipato».

Antonio, con su camisa blanca siempre puesta, lleva en la hostelería desde los 14 años. Empezó en La Mallorquina, en Camas y la bodega fue «su primer negocio y el último…porque aquí me voy a jubilar», señala risueño.

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