El bar Sombrajo se ha hecho famoso en la localidad por este producto que sirve desde la cinco de la mañana y que acompañan con un alioli hecho por ellos mismos
«Benjamín» llega a la mesa con un cuchillo enfoscador clavao en el centro del mollete, que es lo mismo que decir que «clavao en el corazón» pero en plan «amolletao». «Se lo ponemos para que no se derrumbe» cuenta Álvaro Piñero, el hombre que lo inventó junto a su padre Benito Piñero.
El «Benjamín» tiene hasta cinco capas de productos, es como un rascacielos pero en «panaero». Sobre la parte inferior del pan se colocan unas generosas lonchas de «cochinito» que es el nombre que le dan en la zona a la magreta, uno de esos maravillosos embutidos que te deja el cochino. Encima lleva un huevo pasado por la plancha, unas rodajas de tomate, otras de cebolla, ambos crudos, y para finalizar unas lonchas de jamón serrano.
Pero Benjamín llega con compañía. Cuando lo pides en la barra, porque los fines de semana debido a la demanda hay autoservicio, el camarero te entrega un tarro del «unguento milagroso», un alioli casero aromatizao con perejil que elaboran en la casa y que está para mojar pan. De hecho a nuestro alrededor había desayunistas que se lo servían «a discrección».
Benjamín es una de las estrellas del Bar Sombrajo. La cosa permite cambios y el «cochinito» se puede sustituir por pollo a la plancha o lomo adobado. El otro triunfador de las mañanas es el bocata de cochinito, que tan sólo lleva la magreta pasada por la plancha y a la que se le puede poner alioli o también salmorejo que elaboran ellos mismos.
De todos modos, Álvaro Piñero destaca que «aquí se hacen los desayunos al gusto del cliente. Con los ingredientes que tenemos cada uno los combina como quiere».
La historia de «Benjamín» comienza en el año 2007. Álvaro se hacia cargo entonces del establecimiento que puso su padre en el año 1978. Benito Piñero era agricultor y en los ratos que podía abría un sitio donde vendían vino y cerveza «porque aquí paraban los hombres a tomarse algo mientras las mujeres iban a las tiendas que había al lado».
Álvaro, que ayudaba a su padre desde que era poco más que un niño, decidió hacer cambios e introdujo los desayunos. Ahí apareció su hermano pequeño, Benjamín, al que le gustaba comerse bocadillos «con varias capas de ingredientes. Un día le hicimos este y le encantó. Como le gustó tanto se lo pusimos a algún cliente y se quedó para siempre».
El «Benjamín» y el «Cochinito» es el «reanimante» que toman muchos lebrijanos cuando vuelven de una noche «animada». El Sombrajo, como se llama el bar de la familia Piñero, abre a las cinco de la mañana y cierra sobre las doce del mediodía porque se dedica tan sólo a los desayunos. Además de los «nocturnos», los bocadillos tienen también muchos seguidores entre los trabajadores de la zona y los fines de semana se unen las familias que acuden a probar este singular bocadillo de grandes dimensiones. «Hemos llegado a vender 500 bocadillos en un día» confiesa Álvaro.
El «Benjamín» y la bebida sale a 4,40 euros. Hay una versión «mini» que sale a 20 céntimos más barata. Para hacerlos utilizan varios tipos de pan que viene desde la vecina panadería Virgen de La Oliva.
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