La Quinta Brasería ofrece una oferta singular en el centro de Sevilla donde combinan guisos de cuchara o pizzas con carnes, pescados y verduras hechas a la brasa. El establecimiento celebra hasta marzo unas originales jornadas gastronómicas dedicadas al Calçot
La Quinta Brasería no pasa desapercibida. En la finca, situada en la plaza Padre Jerónimo de Córdoba y caracterizada por dos artísticos ventanales en su primer piso, llama la atención un letrero en un llamativo color celeste con la inscripción La Quinta Brasería.
La casa, construida en el primer cuarto del siglo XVIII, acogió a familias de prestigio de la ciudad hasta que se convirtió en restaurante. Pero el primer intento, llevado a cabo por una cadena de establecimientos, fracasó y ahí llegaron Albert Granados y Gonzalo Villalba. Se habían conocido en Cataluña, donde nacieron los dos, en la provincia de Barcelona. Albert, 39 años, estudió hostelería en la escuela de alta hostelería del Maresme, en Masnou, de la que llegó incluso a ser profesor durante dos años, mientras que Gonzalo lo hizo en la Escuela Superior de Barcelona. Trabajaron junto, hicieron amistad y decidieron poner algo. En el camino se cruzó que Gonzalo se echó novia sevillana y al final terminaron montando negocio, pero en la capital andaluza.
Lo primero que montaron se llamó Catalina, Casa de Comidas, un local bastante singular situado junto a la brasería y donde practican una cocina con preparaciones sencillas, muy bien presentadas y donde quieren defender la calidad del producto. Para demostrarlo lo primero con que se encuentra el cliente es una gran vitrina donde se exponen las materias primas que utilizan, simulando una especie de tienda gastronómica.
Eso fue en 2011, pero en 2015 les salió la oportunidad de hacerse con esta finca situada junto al restaurante y se lanzaron. Ellos mismo se ocuparon de la decoración. La casa conserva el toque señorial, si me apuran con cierto aire colonial, aunque yo en esto de la decoración estoy poco puesto, para que les voy a mentir. Los techos son altos y entra mucha luz por los grandes ventanales. Las mesas están vestidas y del techo cuelgan grandes lamparones de esos de lágrimas.
En el edificio, de dos plantas y con capacidad para doscientos comensales repartidos en cinco comedores y un patio, hay dos cocinas. Abajo, junto al patio de entrada y distribuidor del edificio, hay un horno de leña en el que asan algunos productos y hacen las originales pizzas que se sirven en el establecimiento utilizando quesos italianos y condimentos poco habituales en estas preparaciones como el romero fresco. Arriba está otra cocina más amplia en la que se preparan la mayoría de los platos. Albert Granados, que se ocupa de recibir a los clientes del establecimiento, mientras que Gonzalo actua como jefe de cocina, señala «que por las características de la finca y el hecho de que está protegida por sus características arquitectónicas tuvimos que adaptarnos y situar ahí la cocina principal».
La misma singularidad del edificio y de la decoración se deja también ver en la carta que combina propuestas que van desde los guisos tradicionales de cuchara hasta un tartar de corvina.
Los clientes son recibidos con cocas de pan, una especialidad panadera típica del Mediterráneo, muy crujiente y con poca miga con un poco de paté de perdiz para untar.
Llama la atención que junto a aperitivos para comenzar la comida como un tartar de corvina (14,50 euros) o un carpaccio de solomillo ibérico (12,50) aparezcan guisos de cuchara como la fabada asturiana (14 euros) o unas lentejas a la asturiana (14) o unas alubias con bacalao y almejas (16) para completar este «triángulo» de la cuchara.
Y es que, pese a su aire de sitio moderno y con un toque elegante, La Quinta ofrece, en verdad una cocina clásica, de estilo mediterráneo y con algunos guiños a la Cataluña natal de los hosteleros. Así se pueden encontrar unos canelones de pollo rustido, una salsa romescu que acompaña a la parrillada de verduras o unas butifarras, que traen desde tierras catalanas, que se sirven asadas y acompañadas con «mongetes» (alubias blancas). Otro guiño en el guiso de carrillada que se condimenta con vermouth (12.50).
No cabe duda de que la oferta fundamental de la casa son las brasas. Tienen un horno parrilla en el que hacen verduras, pescados y carnes. Llama la atención la carta de verduras donde se ofrecen a la brasa como unas alcachofas de Tudela acompañadas con rabo de toro deshuesado (14,50 euros), unos espárragos frescos de Navarra (16,50) o unos pimientos del piquillo de Lodosa confitados.
Se les nota «querencia» por la materia prima. En la lista de pescados a la brasa hay pulpo gallego, bacalao, chipirones frescos de playa (18,50) o merluza de pincho (20,50) y en el apartado de carnes hay secreto y pluma ibérica, vaca mayor o cordero. Las guarniciones se ofrecen por separado y también se cobran aparte. Se puede elegir entre patatas fritas o asadas, arroz, puré de patatas, pimientos del piquillo o de Padrón, en un guiño a los asadores vascos.
Los postres son propios y está desde la crema catalana a la torrija típica sevillana con helado. Todos los postres salen a seis euros.
Jornadas dedicadas al calçot
La singularidad del restaurante también se deja ver en unas jornadas gastronómicas que están celebrando todos los sábados al mediodía y que consiste en recrear una «calçotada», una fiesta típica catalana que consiste, fundamentalmente en hacer a la brasa «calçot», una verdura que se cultiva en Cataluña y que no tiene una traducción en Andalucía ya que es una mezcla entre la cebolla tierna y el puerro. Aquí más información sobre las calçotadas de La Quinta.
Lo típico de estas fiestas es hacer a la brasa los «calçot» que se hacen directamente sobre las brasas, no sobre los rescoldos. La potencia del calor hace que queden ennegrecidos por fuera, pero tiernos y jugosos por dentro. Hay que pelarlos, quitarle la parte quemada y comerse el interior mojado en salsa romescu, una potente crema que tiene como base el pimiento.
Pero los «calçot» son para entrar en calor. La jornada gastronómica se complementa con una parrillada de butifarras catalanas, pollo de corral y costillas de cordero acompañado de varios tipos de patatas, mongetes y alcachofas a la brasa. De postre crema catalana y músico, una combinación de frutos secos con moscatel. El menú sale a 36 euros por persona y el éxito está siendo importante. Este es el quinto año en que lo hacen y por el momento están llenando todos los sábados y a base de reservas. Las calçotadas se prolongarán hasta el próximo 21 de marzo. El resto de los días se pueden también encargar para grupos, pero hay que reservar con antelación.
Horarios, localización, teléfono y más datos de La Quinta Brasería, aquí.
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