Chari de El Bar Kiko de La Chari, recibirá la Medalla de Sevilla el próximo 30 de mayo de manos del Ayuntamiento. Un homenaje con el que sus hijos quieren que se reconozca a la mujer luchadora y trabajadora que es, la que recibe a todos sus clientes con una sonrisa, un oído atento y un plato de comida casera
El nombre de María Jesús Pérez Bancalero es uno de los 29 que recibirán la Medalla de la Ciudad de Sevilla que otorga el Ayuntamiento el próximo 30 de mayo. Hay catedráticos, profesores, artistas, empresarios, pero su nombre es más familiar que el resto, aunque no se le conozca como María Jesús, si no como la Chari del Bar Kiko.
Con este reconocimiento se cumple el deseo de sus cuatro hijos -María Jesús, Nany, Pepe y David Carmona- que trabajan con ella mano a mano en el bar, de que Sevilla reconozca el trabajo incansable que esta madre, cocinera, empresaria y relaciones públicas, y muchas otras cosas más, ha ejercido tras la barra del conocido bar de la Alfalfa durante casi 40 años.
Entre el trasiego del bar justo antes de cerrar, Chari cuenta que se siente «muy contenta y agradecida a todas las personas que han querido que tenga» la medalla. «Yo no me esperaba un reconocimiento tan grande», confiesa. Tampoco tiene intención de cambiar la fórmula que le ha dado fama: «Yo no cambio, yo tengo mi forma de trabajar. Hay que seguir, para que dure tenemos que seguir igual».
Sus hijos, sobre todo Nany (que ha heredado el empuje de su madre) ha sido la promotora de este homenaje: «Es un ejemplo de mujer trabajadora y defensora de la cocina tradicional. Tiene mucha humanidad. Mi madre es una verdadera influencer, este es un premio a una persona real». Nany destaca el cariño de su madre hacia todo el que entra en el bar: «Aquí todo el mundo es el quinto hijo». A través de las redes sociales quieren mostrar ese carácter afable que se transforma si se retrasan los pedidos, como buena jefa que es. Chari tiene su propio canal de TikTok gestionado por su hija y sus nietos, donde han mostrado su reacción al enterarse de que recibiría la medalla de Sevilla por el día de San Fernando. También cuenta con sus propios stickers en WhatsApp, demostrando que Chari es patrimonio de los sevillanos. Ella quiere devolver todo el cariño exhibiendo la medalla en su bar y no en casa donde según ella, no la ve nadie: «Se lo da Sevilla y con Sevilla lo comparte», dice Nany.
Desde la llegada de Chari, nada o poco ha cambiado en esta casa de comidas. Alguna reforma para adecuarlo a la normativa y traducir el menú al inglés para los turistas. Ni siquiera el nombre, un nombre prestado que Chari hizo suyo con el tiempo tras coger el Bar Kiko (Bar Kiko de La Chari) en 1985.
La carta sigue intacta, no hay plato que nos clientes no vayan a echar de menos. Los guisos de Chari son un clásico que ella misma prepara por la mañana, hasta tres ollas respiran a la vez con una receta distinta cada una. A veces ha tenido que hacer dos ollas del mismo guiso en el día, como de la sangre en tomate, porque se acaba. Todo es casero. Como ellos mismos dicen a quienes insinúan que algo es congelado, hasta los camareros son de la cocinera. Chari aprendió a cocinar trabajando en el servicio doméstico de una casa. Tuvo una infancia difícil siendo huérfana en una familia de pocos recursos, llegando a vivir en un vagón de tren. Ir al mercado y escuchar a los mayores fue su escuela para preparar esos platos de toda la vida que atraen a gente de todo el mundo a la calle Herbolarios. Además, con grandes dosis de imaginación, como la que le echó al llamar «lagrimitas de faisán» a las de pollo, al más puro estilo ‘La vida es bella’, y bautizándolas así para toda Sevilla.
Con 71 años recién cumplidos, Chari sigue dirigiendo un matriarcado que funciona tan bien o mejor que el primer día. No solo domina la cocina, también el trato al cliente con una demostración diaria de fuerza, cercanía y alegría. Como una soprano o una patinadora artística, hace que la complicada pirueta parezca fácil con una constante sonrisa al público, y con el ojo en la caja registradora. Porque Chari es, como esas madres y amas de casa a la que les debemos la vida, una gran gestora que sabe ajustar las cuentas y mantener el entrañable negocio de dar de comer los demás, a flote.
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