Las altas temperaturas, el teletrabajo y la ausencia de turismo, entre otros factores, han provocado que varios establecimientos señeros del centro de Sevilla decidan esperar a después del verano para reabrir sus puertas.

 

Verano atípico en Sevilla en lo que a la hostelería se refiere. La “nueva normalidad” post confinamiento se ha instalado en la ciudad. Y con ella numerosos cambios en la cotidianidad de sus bares y restaurantes. A las estampas de camareros perfectamente mimetizados con sus mascarillas y a las de los clientes en mesas ubicadas a metro y medio de separación, se unen las de algunos establecimientos señeros cuyas puertas siguen a día de hoy cerradas a cal y canto.

Becerrita, Cañabota, Tribeca, Bodeguita Romero, Casa Ricardo, La Montanera, Confitería Ochoa, Los Corales, EntreCárceles, Ispal, la Antigua Abacería de San Lorenzo o Casa Batato, entre otros, forman parte de la lista de conocidos bares y restaurantes sevillanos a los que el estado de alarma hizo echar el cierre en su día y aún no han retomado su actividad. Ni lo harán durante los meses de verano. Septiembre ha sido la fecha elegida por todos ellos para su regreso, tal y como han anunciado en sus redes sociales. La incertidumbre provocada tras la crisis del coronavirus, el despoblamiento de la ciudad debido a las altas temperaturas y la ausencia de turismo en esta “nueva normalidad” ha motivado, en muchos casos, esta decisión.

La Antigua Abacería de San Lorenzo fue tienda y tuvo servicio de comida para llevar antes de anunciar su cierre hasta septiembre. Foto cedida por el establecimiento

La Antigua Abacería de San Lorenzo fue tienda y tuvo servicio de comida para llevar antes de anunciar su cierre hasta septiembre. Foto cedida por el establecimiento

Uno de los primeros en anunciarla fue la Antigua Abacería de San Lorenzo. Tras reconvertirse en tienda de comestibles y bebidas y ofrecer algunas de sus elaboraciones para llevar al inicio del confinamiento, en abril su propietario Ramón López de Tejada optó por contemplar la desescalada desde la retaguardia. Según López de Tejada prefería actuar de manera cautelosa “al saber que julio y agosto son habitualmente meses de temporada baja para la hostelería en Sevilla” donde los muebles se salvan gracias a un turista que el COVID-19 ha convertido casi en inexistente.

Una situación que también acusan otros dos clásicos como el restaurante Becerrita y la confitería Ochoa. Ambos cuentan con amplias plantillas de trabajadores, mantenerlos a todos supone un alto desembolso económico y desean regresar “con todas las garantías para ellos y para nuestros clientes”. Además, junto a la despoblación de la ciudad por el verano y la ausencia de turismo, sufren indirectamente de una de las consecuencias del coronavirus: el teletrabajo. “Un diez o un quince por ciento de mis clientes son turistas de congresos, que se reúnen en comidas de empresa en Becerrita. Y estas se están sustituyendo por vídeollamadas, es algo que me preocupa”, explica Jesús Becerra, propietario del restaurante de la calle Recaredo.

Gran parte de la clientela de Becerrita proviene del turismo de congresos, afectado por el teletrabajo. Foto: CosasDeComé

Gran parte de la clientela de Becerrita proviene del turismo de congresos, afectado por el teletrabajo. Foto: CosasDeComé

En el caso de la confitería Ochoa, su céntrica ubicación la convierte en parada obligada de sevillanos y visitantes pero también de numerosos trabajadores de banca, comercios y oficinas del casco histórico que acuden hasta allí para tomar un menú del día. “La gran mayoría de ellos se encuentran actualmente teletrabajando. El resto, de vacaciones o en un ERTE. Se trata de clientes que no tendríamos de volver ahora”, manifiesta Alejandra Ochoa, una de las propietarias de la mítica confitería.

A todas estas circunstancias se unen las de algunos establecimientos que, además de estar aquejados por ellas, aún no han redefinido su regreso o adaptación a las nuevas medidas de seguridad, distanciamiento e higiene a las que obliga el coronavirus. “Nuestro local es pequeño y tiene una importante barra que siempre ha sido gran parte de su alma y de sus ingresos” confiesa Ricardo Nuñez, dueño de Casa Ricardo. Él y sus famosas croquetas aguardarán hasta septiembre para solucionar sus limitaciones de aforo, según Nuñez, “dentro de la responsabilidad y apoyados por una clientela fiel que espera nuestra vuelta”.

Casa Ricardo se replanteará la estructura de su establecimiento que gira entorno a una gran barra. Foto cedida por Casa Ricardo

Casa Ricardo se replanteará la estructura de su establecimiento que gira entorno a una gran barra. Foto cedida por Casa Ricardo

El restaurante La Montanera de los Remedios no tiene problemas de capacidad al ubicarse en un local de unos 400 metros cuadrados. Aunque, tal y como declara su propietario Jesús Alonso, cuenta con una alta concentración de mesas y también con una barra de grandes dimensiones “que no podremos mantener como siempre debido a la situación actual con el COVID-19”. “Normalmente siempre nos tomábamos vacaciones en agosto. Así que hemos preferido no abrir ahora para meditar bien cómo hacerlo en septiembre”.

En el caso de establecimientos como Cañabota o Tribeca la dificultad estriba en adaptar su concepto gastronómico a una nueva realidad en la que interacción del personal de sala con el cliente se encuentra limitada. Para Eduardo Guardiola, uno de los propietarios de ambos restaurantes, “acudir a Cañabota o Tribeca tiene que ser una experiencia gastronómica, una comida sosegada donde los platos son explicados y se interactúa con el comensal”. “Tenemos muchas similitudes con un showcooking”, agrega Guardiola que reitera la imposibilidad de ponerlo en práctica en la actualidad.

También en Cañabota la experiencia gastronómica tiene a la barra como protagonista. Foto: CosasDeComé

También en Cañabota la experiencia gastronómica tiene a la barra como protagonista. Foto: CosasDeComé

En este sentido, el empresario sevillano considera que tanto él como el resto de los hosteleros que se han decantado por septiembre como fecha de apertura lo ha hecho “dejándose guiar por la razón y no por el corazón, ante una situación de incertidumbre en la que teníamos muchos factores en contra”. Aún así, todos ellos coinciden en que encararán su regreso con ilusión y ganas. “Mantendremos una actitud positiva ante los cambios para adaptarnos de la mejor manera posible. Se lo debemos a nuestros clientes”, sentencia Alejandra Ochoa, de la céntrica confitería.

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