Coincidiendo con San Valentín, Cosas de Comé realiza un recorrido por los establecimientos más emblemáticos e icónicos de la ciudad que conquistan corazones de propios y ajenos
El Ayuntamiento y la Cámara de comercio los ha distinguido a todos como «establecimientos emblemáticos»
La mayoría de ellos no resultan el lugar más apropiado para cenar a la luz de las velas un 14 de febrero. Pero sí para enamorase de su vínculo con el patrimonio, historia o cultura de una ciudad a la que les han robado el corazón. Se trata de lo que Ayuntamiento de Sevilla y Cámara de Comercio ha catalogado como «establecimientos emblemáticos» por la identidad local y singularidad que confieren a Sevilla. Coincidiendo con San Valentín, Cosas de Comé propone un recorrido por estos once iconos de la gastronomía sevillana que conquistan. Y vaya si lo hacen.
1. Casa Robles
Fundada en 1954 como una pequeña bodega, la familia Robles lleva cuatro generaciones al frente de un negocio que ya cuenta con más de una decena de establecimientos en el centro de Sevilla y otro en el Aljarafe. El punto de partida fue el deseo de Pedro Robles, procedente de Villalba del Alcor (Huelva), de vender sus vinos en la capital hispalense. Es por ello que dio vida a la ya citada bodega junto a su hijo Juan en la calle Álvarez Quintero, en las inmediaciones de la Giralda. Juan Robles y su esposa Francisca Cruzado iniciaron la introducción de una cocina tradicional en el establecimiento.
Casa Robles se ubica en una antigua casa sevillana del siglo XIII, además de contar con salones privados tanto anexos como en el mismo restaurante. Bustos de toros, carteles de corridas y murales romanos conforman la decoración de este restaurante que basa en el recetario clásico andaluz para definir su oferta gastronómica.
Lo mejor de la casa: La cola de toro y sus distintos arroces son algunos de sus platos más emblemáticos.
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2. Confitería Ochoa
La historia de la confitería Ochoa comienza a finales del siglo XIX, cuando abrió sus puertas en la calle Sierpes bajo el nombre de Granja Victoria. Allí convivían gallinas y vacas y se vendía leche, huevos y carne. Con el tiempo empezaron a elaborarse en el mismo establecimiento pasteles y comida tradicional de venta al público.
Hubo que esperar algunas décadas más para que el local tomase el apellido de su fundador: Rafael Ochoa Vila. A partir de los años 40, la confitería Ochoa se hizo especialmente popular entre los sevillanos como punto de encuentro para sus desayunos, cafés y meriendas, incluso comuniones y bodas.
Lo mejor de la casa: Poco a poco empezaron a gozar de gran prestigio en la ciudad sus bollos de leche, pastelitos rosas, batidos helados, la llamada ‘Copa Carmen’ y, en su apartado de salados, los sandwiches mixtos y el pavo trufado.
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3. Casa Román
Casa Román abrió sus puertas en 1868, hace casi un siglo y medio, en el corazón del barrio de Santa Cruz. Tras pasar por varias manos, Román Castro Medina se hizo con el establecimiento en el año 1934 en lo que por aquel entonces era una tienda de ultramarinos y comestibles. Además contaba con la trastienda, a modo de taberna, donde se degustaba vino de la tierra y chacinas ibéricas.
Lo Mejor de la casa: A partir de los años 70, Casa Román se convierte en mesón y se especializa en el que se convertiría en su producto estrella: el jamón. A día de hoy, en su interior costumbrista de suelo hidráulico y azulejos en la pared aún puede degustarse este manjar ibérico ya sea como tapa o ración, acompañado de unos huevos fritos o en una ensalada con lascas de su tocino. También goza de gran fama su salmorejo.
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4. La Salmantina
La primera de las charcuterías-carnicerías de La Salmantina se inauguró en 1969 en un local de Triana. Un negocio familiar regentado por Alfonso Sánchez Bernal especializado en jamones y productos ibéricos, además de quesos y carnes frescas. Con el tiempo fue adquiriendo cada vez más fama y demanda por parte de sus clientes hasta el punto de que en 1985 abrió un segundo establecimiento en la zona de Nervión, y en 2004 una tercera tienda en la avenida de la Buhaira.
Los tres establecimientos mantienen la misma estética de La Salmantina primigenia con sus grandes escaparates culminados de un ristra de jamones ibéricos colgados enmarcados entre azulejos amarillos, marrones y azules.
Lo mejor de la casa: Toda la gama de ibéricos y un amplio surtido de vinos, conservas y chacinas.
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5. La Raza
Bautizado como La Raza por los versos de Rubén Darío, de su poema ‘Salutación del Optimista’ que se recogen en un monolito en sus inmediaciones (“Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda, espíritus fraternos, luminosas almas, ¡salve!”), el restaurante la Raza se inauguró en 1954 en lo que había sido el Pabellón de la Información durante la Exposición Iberoamericana de 1929. Además de un bar-cafetería, con una selección de tapas y raciones, y del restaurante a la carta, con platos tradicionales de la cocina andaluza, el restaurante La Raza dispone de salones para celebraciones y eventos con vistas al Parque de María Luisa y varias terrazas al aire libre.
Lo mejor de la casa: Platos tradicionales actualizados y versiones de grandes clásicos como el rabo de toro.
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6. Casa Plácido
Casi escondida en El Barrio de Santa Cruz habita Casa Plácido, otro de los establecimientos más emblemáticos de Sevilla. Se trata de una taberna típica andaluza, tanto en decoración como en oferta gastronómica. Fue fundada en el siglo XIX pero no recibió su nombre hasta actual hasta aproximadamente un veintena de años en honor al abuelo de los por aquel entonces propietarios. Carteles folclóricos y reminiscencias taurinas habitan entre sus paredes. De nuevo, suelo hidráulico, azulejos y techos con vigas de madera completan el conjunto.
Lo mejor de la casa: Chacinas ibéricas y tapas tan autóctonas como la carrillada, espinacas con garbanzos, el bacalao con tomate o las albóndigas de la casa resultan especialmente reseñables. También son muy conocidos los montaditos, fritos, conservas y panes de la casa
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7. El Rinconcillo
Está considerada como la taberna más antigua de Sevilla. Se fundó en 1670. Desde 1864 está gestionado por la familia De Rueda. Con la adquisición de la casa de la calle Alhóndiga en 1897, unida a la casa de Gerona, nace El Rinconcillo con el trazado actual, de manera que la antigua casa se respeta como taberna y la parte nueva se utiliza como una tienda de ultramarinos. Esto es así hasta los años 60, época en la que comienzan a desaparecer los ultramarinos.
En la planta inferior, se encuentra la zona de bar con su mostrador de caoba, barricas transformadas en velador, típicamente andaluz, y mesas de mármol con sillas de madera y enea natural. El ambiente se enriquece con sus estanterías labradas y repletas de antiguas botellas, su patio de luces, las paredes de muro de ladrillo árabe, y los tapices sobre los muros de azulejos del XVII, XVIII y XIX, un clásico de este folclórico bar. Subiendo, en la segunda planta se ubica el salón restaurante.
Lo mejor de la casa: A nivel gastronómico, resultan imprescindibles sus espinacas con garbanzos, pavías de bacalao o croquetas, inconfundibles en Sevilla.
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8. La Campana
Sumergirse en sus instalaciones supone todo un viaje al pasado. A un época señorial de comienzos del siglo XX, entre mostradores de madera, paredes de estilo modernista con sus correspondientes angelotes y techos de yesería policromada. La que es probablemente la confitería más elegante de Sevilla cobró vida en 1885 y se mantiene fiel a su estética. La familia de Antonio Hernández Merino, su fundador, la gestiona desde entonces. Ya se encuentran en la cuarta generación.
Sus amplios escaparates temáticos suponen una llamativa distracción para aquellos que pasean por la calle Sierpes. También cuentan con un amplio velador.
Lo mejor de la casa: Los merengues, las tortas de polvorón, las lenguas de almendra, las yemas sevillanas, son algunos de los dulces más tradicionales de La Campana, que mantiene las recetas del siglo XIX para elaborarlos. También son muy populares los artículos de temporada como las torrijas, los roscos de Reyes y los panellets.
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9. Las Teresas
Sitio con encanto e historia emplazado en el Barrio de Santa Cruz. Creado en 1870 por Plácido Sánchez Muñoz como un ultramarinos que con el tiempo se fue transformando en bar. En la actualidad es su nieto, Luis Sánchez, el que regenta el establecimiento que en el año 2016 se amplió con un nuevo local, Las Moradas, situado enfrente y que sirve las mismas especialidades.
Lo que más llama la atención es su barra en forma de L, pintada en un llamativo color rojo y con una barra dorada para apoyarse que la recorre al completo. La tapa es de mármol y en ella se exponen, protegidas por un cristal, los aliños de la casa. En una esquina está la zona donde se cortan y preparan las famosas chacinas y el queso. Las paredes están adornadas con fotos antiguas, aunque la decoración más llamativa del establecimiento son los jamones de Castro y González de Guijuelo que cuelgan del techo.
Lo mejor de la casa. Propuestas clásicas. Hay una treintena de platos. Famosa su versión de las espinacas con garbanzos. También cuidada la carta de vinos. Destaca también el bacalao con tomate, las papas aliñás y el jamón ibérico. Por si fuera poco…bar bueno y barato.
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10. Entrecárceles
Centenaria taberna sevillana, fundada en 1894 y considerada uno de los establecimientos hosteleros más antiguos de la capital hispalense. El establecimiento ocupa la que fuera la sala del Cuerpo de Guardia de la antigua Cárcel Real de Sevilla donde entre 1597 y 1602 estuvo preso Miguel de Cervantes. La leyenda cuenta que el autor pudo escribir ahí parte de su obra Don Quijote de la Mancha. Desde su apertura y a lo largo del siglo XX el establecimiento gozó de gran fama por sus vinos, principalmente el Fino Imperial, y sus chacinas. Grupo La Raza lo adquirió y remodeló en 2011 recuperando sus dos plantas superiores y azotea.
Lo Mejor de la casa: Chacinas y vinos siguen siendo los protagonistas de una carta en las que conviven con tapas tan autóctonas como la cola de toro de La Raza, que mantiene la misma receta desde 1947, o una carne mechada de elaboración propia.
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11. El Patio de San Eloy
En los establecimientos de este grupo se han servido a lo largo de sus cuarenta y siete años de vida más de diez millones de montaditos y doscientas mil tartas vegetales. El origen del Patio de San Eloy primigenio se remota a los años 70 cuando Julián Gómez Pando y Lorenzo Vargas fundaron el primer e histórico bar que recibe este nombre por ubicarse en el patio central de una casa antigua de la calle San Eloy. Fue posteriormente cuando se añadieron las gradas que hacen las veces de asientos y escaleras.
El color albero de parte de sus paredes, la constante presencia de azulejos y sus características y ya citadas gradas definen a este mítico local sevillano.
Lo mejor de la casa: Sus chacinas, principalmente jamón, montaditos variados y tapas de cocina andaluza tradicional su mejor seña de identidad.
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¿Qué es un «establecimiento emblemático»?
La Cámara de Comercio de Sevilla, con la colaboración del Ayuntamiento, la Dirección General de Comercio de la Junta de Andalucía y las Asociaciones Empresariales ha puesto en marcha un proyecto denominado ‘Establecimientos Emblemáticos de Sevilla’ con el objetivo de apoyar a comercios y servicios singulares de la capital hispalense. Establecimientos que destacan no sólo por el valor patrimonial de su arquitectura o decoración, sino también por su conexión con la historia y cultura local de la ciudad, «siendo referentes e iconos para muchas generaciones de residentes y visitantes, y por tanto un elemento más de diferenciación y singularidad propia de Sevilla».
Un total de dieciséis negocios, desde hoteles a tiendas pasando por talleres, restaurantes, confiterías y bares recibieron en 2019 esta distinción a la que en 2020 se han sumado catorce nuevos establecimientos.