Paco Pozo empezó en la década de los 50 repartiendo pan que transportaba sobre un burro. 70 años después, y ya con la segunda generación de la familia al mando, la panificadora El Cachorro ofrece más de 100 tipos de pan y un interesantísimo mostrador de pastelería donde la nata, las torrijas o el «Cachorrito» de tocino de cielo brillan con luz propia. Atención a los molletes de la casa
Tendría 16 años, señalan su esposa, Ana María Alves y su hijo, Antonio Pozo, en el pequeño despachito que tienen junto al obrador familiar en la barriada de «Los Carteros», donde precisamente nació Paco.
A esa edad Paco cogía al burro Valentino, lo cargaba bien de pan que venía desde Alcalá de Guadaíra y lo repartía por los alrededores. Para ir al centro utilizaba un triciclo. Paco era de esas personas que tienen los ojos bien abiertos y que siempre ha sabido rodearse para crecer. Se formó con las monjas y allí aprendió sus primeras fórmulas magistrales de panadería.
Paco Pozo, con camiseta blanca, junto al burrito Valentino con el que hacía el reparto. Al lado el triciclo con el que repartía por el centro de Sevilla. Paco es el que aparece tras el carro y solo se le ve la cabeza. Fotos: Cedidas por Panificadora El Cachorro
Con lo que sabía y con Ana María Alves Ramirez, con quien se acababa de casar, puso su primer obrador de pan en Duque de Montemar. Luego se fueron a Triana, a la calle Procuradores, donde siguen manteniendo un despacho y pusieron en marcha «El Cachorro», en homenaje a la imagen por la que Paco tenía devoción.
Ana María recuerda que empezaron haciendo «bollos, barras, bobas, medios kilos y roscas, que es lo que se hacía por entonces», muy lejos de las más de cien especialidades panaderas que ahora elaboran sus hijos en su obrador de la avenida Pino Montano.
El mostrador de Pino Montano. Foto: Cosasdecome.
Las vitrinas de la panificadora «El Cachorro» no te dejan indiferente. Nada más entrar unas cuantas cajas de pan muestran unas chapatas gigantescas que te imaginas rellenas de jamón del bueno, panes de harina integral cien por cien, bollos de pan vienas, crujientes regañás de varios tamaños y unos virtuosos molletes de forma exagonal. Antonio Pozo, uno de los hijos de Paco, 54 años, panadero también desde su juventud, señala que le dimos esa forma «por hacer algo diferente». Los elaboran desde hace una década cuando compraron una «chapatera» para elaborar nuevos tipos de pan. Los molletes de El Cachorro tienen personalidad, como ocurre con otros productos de la casa. A pesar de que tienen una miga menos alveolada de lo habitual en este tipo de «monumentos panaeros», el interior resulta «almohadillado» y tierno, lo que contrasta con su corteza, que tras darle una sesión de tostadora queda crujientita, de esos estados de la materia que te hacen crujir el paladar. Los tienen de varios tamaños y de distintas masas.
Molletes de la Panificadora El Cachorro. Foto: Cosasdecome
Los Pozo, además de sus dos puntos de venta, el de la avenida de Pino Montano y el de Procuradores en Triana, se dedican también a surtir a bares y restaurantes de la ciudad con sus elaboraciones. «Tenemos una buena cartera de clientes» señala Antonio, que también destaca la dificultad de encontrar panaderos. «Nadie quiere entrar a trabajar a la dos de la madrugada como hacemos nosotros» resalta. Los tres hijos de Paco y Ana María, han seguido el negocio familiar. Ana María no puede evitar hacer un gesto de orgullo cuando comentan el detalle. Antonio, el mayor, 56 años y José Manuel, el pequeño, con 52 son los que dedican a la panadería mientras que su hermano el mediano, Francisco (54), es el encargado de la confitería.
El surtido también es muy amplio en este campo. Sobre la vitrina reposan unos bollos de leche, de esos que se dejan mojar y con su azuquita por lo alto. La parte alta del mostrador esta protagonizada por el dulce de moda, las palmeras, cubiertas con rellenos que van desde la tradicional de yema hasta las modernas variantes de chocolate.
Una de las grandes virtudes de Paco Pozo era su afán por formarse y adquirir nuevos conocimientos para perfeccionar sus productos. Así no era raro ver en el obrador a pasteleros de sitios famosos como el «Nueva Roma» o «La Campana» que iban a formar a José Manuel para conseguir las mejores versiones de los dulces.
Torrijas de El Cachorro. Foto: Cosasdecome
En una de las vitrinas se muestran insinuantemente jugosas las torrijas de la casa. Las hacen con pan especial para torrijas que elaboran ellos mismos. José Manuel resalta que «la clave está un utilizar buenos ingredientes. La miel la traemos de El Ronquillo y las bañamos con un poco de vino dulce de La Palma del Condado de Huelva. Siempre le damos 24 horas de reposo antes de venderlas para que cogan bien la mezcla de miel y almibar». Las torrijas son pequeñas, de las de cuatro bocaos. En su catálogo de Cuaresma hay también pestiños bañados en miel o en azúcar.
Pero los Pozo Alves se han hecho famosos por dos productos concretos, su nata, especialmente elegante con un punto de azúcar muy suave y logrado y su tocino de cielo. «Tuvimos buenos maestros, especialmente Manolo López, un pastelero muy conocido en Sevilla» resalta José Manuel como restándose méritos de su lograda confitería. En Navidad son muy apreciados sus roscones, especialmente los rellenos de nata, pero esta luce también en sus palos de nata, en unos hojaldres o en la estrella de la casa: «El Cachorrito» una bloque rectángular de tocino de cielo, nada empalagoso y de textura «de los que se bambolean» cubierta por una capa de nata, canela y piñones. La combinación es enamorante y reconozco que cuando lo problé me comí tres trozos de una sentada…y sin café por medio.
Antonio Pozo resalta que «en navidades es nuestra estrella. Se vende muy bien para las fiestas. Al final lo que hacemos es tenerlo todo el año, pero por encargo».
«Nuestra nata es de la de verdad» destaca José Manuel, «nada de mezclas vegetales. Es nata proveniente de leche de vaca y eso se nota.
Horarios, localización, teléfono y más datos de la panificadora El Cachorro, aquí.
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